Cómo el África árabe volvió a relegar al África negra
Egipto, Marruecos, Túnez y Argelia son cuatro de las cinco selecciones -Ghana, la otra- que ya se aseguraron su ticket al Mundial 2026, marcando un cambio de paradigma en el fútbol del continente madre.

El primer Mundial de una selección africana no ocurrió. O, en realidad, terminó antes de empezar. Una tormenta le negó a Egipto, semifinalista olímpico dos años antes y único invitado del continente al naciente campeonato de FIFA, desembarcar a tiempo en el puerto de Montevideo en 1930.
La revancha fue inmediata, y a Italia 1934 no solo llegó sino que por mérito deportivo vía repechaje internacional. El debut y despedida provocado por Hungría no borró que la selección más laureada en la historia de la Copa Africana de Naciones (siete títulos) fuese, en hito doble, la primera en pisar el césped mundialista y también en conseguirlo habiéndose clasificado dentro de la cancha.
Pasaron seis Mundiales, y Marruecos, en 1970, enterró 36 años vacíos de representación del continente, algunos por deserción voluntaria a modo de boicot por discriminación (FIFA concedió, hasta 1966, un cupo único a repartir entre África, Asia y, en ocasiones, también Oceanía). Marruecos dejó su marca al emerger como el primero en sacar boleto a través de una eliminatoria 100 por ciento africana.
Los primeros tres puntos africanos en un Mundial fueron obra de otro país del norte: Túnez. La remontada 3 a 1 a México en el Gigante de Arroyito quedó rápidamente minimizada por el segundo triunfo, cuatro años después y con estatura de hazaña, de Argelia, vecino de Túnez, a Alemania, en 1982. El 2 a 1 y primera victoria oficial de un africano a un europeo, increíblemente no le bastó para avanzar aunque sí para reescribir las reglas de las últimas fechas.
Alemania 1-2 Argelia en 1982

Egipto, Marruecos, Túnez y Argelia. Las cuatro selecciones que ya se aseguraron su ticket al Mundial 2026. Los First Dance mundialistas solo hablaban árabe. Las estructuras futbolísticas a la europea, bien financiadas y organizadas, en las antípodas a las del resto del continente, conducían hacia objetivos cumplidos y gestas sin precedentes. La participación de Zaire en un 1974 deportivamente legendario (el país recibió a “La Pelea del Siglo” entre Ali y Foreman), quedó más ligada al irrisorio tiro libre contra Brasil y a una de las goleadas más abultadas padecidas en los Mundiales (0-9 contra Yugoslavia) que al hecho de haber jugado en huelga por no cobrar los premios y haber sido la primera selección del África negra, una parte del mundo sumida en una feroz segregación racial interna que también repercutía en el futbol, en jugar el torneo máximo.
Irrefutable hasta los años ‘80, la supremacía de las selecciones afroarábicas ingresaría en un paréntesis de más de tres décadas. En un universo futbolero crecientemente globalizado y profesionalizado, aquel éxito histórico comenzó a estancarse por dos motivos principales: la falta de profesionalización de las fuertes ligas locales y una cultura islámica que todavía impedía la integración y se resistía a las transferencias internacionales.
El Mundial 1990 de Camerún

Estos aspectos explican en parte por qué entre 1992, año en que la Confederación Africana de Futbol (CAF) empezó a distinguir oficialmente al futbolista africano de la temporada, y 2015, la estatuilla quedó siempre, salvo en 1998, cuando la alzó el marroquí Mustapha Hadji, en manos de un jugador del África negra.
El cabezazo de François Omam-Biyik a una selección de Bilardo que estrenaba su segunda estrella simbolizó mucho más que un golpe universal en la apertura del Mundial ’90: Argentina 0 – Camerún 1 se valió como el anuncio de que el momento del oeste africano había llegado. Y con una resonancia ampliamente superior a la del norte del continente años atrás.
La sucesión de huellas y conquistas indelebles de los países del África subsahariana tuvo de todo, especialmente tres cumbres:
- El Balón de Oro de 1994, el de George Weah, el único en la existencia africana
- Nigeria, campeona olímpica en Atlanta ’96
- Camerún, campeona olímpica en Sidney 2000
10 años antes, los Leones indomables había brotado como el primer africano entre los ocho mejores de un Mundial (a pesar de comenzar con un plantel dividido). Los Kanu, Jay-Jay Okocha y Eto’o, captados por las potencias europeas y glorias eternas en sus tierras, trasladaron a su continente hacia cimas desconocidas.
Senegal aportó su parte. En 2002, repitió la fórmula camerunesa de Italia ’90 al amargar al campeón defensor, su colonizador, Francia (fue el último partido inaugural de un Mundial en el que no jugó el anfitrión) y perdió en cuartos, también en otro “Last” (el último partido mundialista con gol de oro, ante Turquía). A Ghana, en el único Mundial africano hasta hoy, el de Sudáfrica 2010, fueron los puños de Luis Suárez, el yerro agónico de Gyan y la efectiva locura de Sebastián Abreu los que le truncaron el mote de primer africano semifinalista.
Argentina-Nigeria en la final de Atlanta 1996

Aquel primer baile con tinte de epopeya estaba reservado para una selección del África árabe, que entre 1990 y 2018 solo disfrutó de una selección en instancias de eliminación directa: Argelia en Brasil 2014. En el primer Mundial árabe, fue un equipo del África árabe el que se filtró entre los cuatro mejores. Marruecos, con 14 de los 26 jugadores nacidos en Europa (en Rusia 2018 habían sido 17 de 23), escribió en Qatar 2022 el capítulo mundialista más dorado en la historia de África.
El cuarto puesto de la selección que será anfitriona en 2030 fue celebrado por dos submundos: el árabe, posicionado como inversor protagónico durante las últimas décadas de un fútbol y un deporte ya definitivamente sin barreras religiosas ni culturales, y el del Magreb, esa región que había empezado a recuperar su espacio dominante en el continente en 2015, cuando Mahrez, argelino, fue el Jugador Africano del año y meses después MVP de la Premier. En las siguientes seis ediciones del premio continental siempre hubo, al menos, un futbolista del África árabe en la terna. Salah, egipcio, lo ganó dos veces. Hakimi, marroquí, campeón de todo en PSG, se quedó en la puerta en las últimas dos entregas. “El futuro del fútbol está en África”, auguró Bilardo por 1975; y lo avisó después de visitar… Marruecos.
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