Caída sin fin: un ciclo peor que el de Demichelis
El River de Gallardo involuciona en el juego, está quebrado en lo anímico y acumula derrotas “saca técnicos”. Cada vez peor el equipo, más confundido el técnico y resignados los hinchas, la continuidad del Muñeco para 2026 quedó en duda: ¿qué le planteará la nueva dirigencia?

El fútbol es tan impredecible que Marcelo Gallardo se recicló durante el segundo semestre de 2025 en el constructor de un equipo que acumula derrotas “saca técnicos”. El ciclo del mejor técnico de la historia del club se sostiene en su pasado de estatua pero entró en un espiral tan negativo y oscuro que quedó en serio peligro de no clasificar a la Libertadores 2026. No sólo eso: tampoco encuentra el subsuelo.
El equipo se desbarranca del primer nivel del sótano al segundo y al tercero. Nadie en River extraña a su antecesor, Martín Demichelis, pero el Muñeco consiguió lo imposible: que su segunda etapa sea aún peor. A tono con su rostro serio, sin sonrisas desde hace varios meses, hoy River no tiene alegría.
Con la eliminación frente a Independiente Rivadavia en el medio, perder de local contra Riestra, Sarmiento y Gimnasia -y una cuarta derrota, ante Palmeiras, que concluye en la primera vez en la historia en la que River pierde cuatro veces seguidas en el Monumental-, rompe todos los pronósticos previos y plantea una serie de preguntas inesperadas, malditas.
¿Gallardo se sostiene para el 2026? ¿Tiene como llegarle a un plantel que futbolísticamente no le responde? ¿Hay un convencimiento colectivo entre el técnico y los jugadores? ¿Qué le planteará el nuevo presidente, Stéfano Di Carlo, al Muñeco? ¿Qué siga eligiendo los refuerzos, como todo técnico, pero que a partir del actual fracaso las negociaciones vuelvan a quedar en manos de las autoridades?
En ese caso, ¿aceptará Gallardo que le recorten los poderes? Y algo más de fondo: ¿en qué tipo de entrenador se convirtió el Muñeco en la actualidad o, mejor dicho, en los últimos años, dado que este 2025 no difiere mucho del River 2022 -o sí, es aún inferior- ni de su deslucido paso por Arabia Saudita?
Así fue la victoria de Gimnasia sobre River
Al frente de un equipo incapaz hasta de haber aprovechado los insólitos nueve minutos regalados por Nazareno Arasa, Gimnasia no sufrió nunca ante un River que volvió a cambiar de diseño por enésima vez en el año. Esta vez fue un 4-2-3-1 ofensivo en la teoría pero en la práctica muy cómodo para el rival: con Juanfer Quintero, Ian Subiabre y Facundo Colidio -luego Cristian Jaime- y Maxi Salas, River no presionó nunca en el mediocampo.
Uno de los peores equipos del campeonato se llevó de Núñez un triunfo merecido y sin antecedentes desde 2005. Ser rival de River y llegar al Monumental se convirtió en una cuestión sencilla para los técnicos visitantes: le pasó lo mismo al débil Sarmiento -en medio de sus múltiples derrotas- y al poderoso Palmeiras, que en 20 minutos de arranque liquidó la serie. Hoy cualquier equipo -y no es despectivo- puede ganar en el Monumental.
Gallardo parece haber perdido también los detalles simbólicos: dejó en el banco de suplentes a Enzo Pérez en lo que seguramente fue su último partido en el Monumental, una indiferencia que al propio Muñeco le había pasado con Ángel Cappa en 2010. Pero la crisis no empieza ni termina ahí: River también o, sobre todo, es víctima de decisiones tácticas difíciles de entender.
¿Por qué no jugó Enzo ni siquiera diez minutos? Parece difícil de creer que fue por cuestiones futbolísticas: Juan Portillo, que anoche le sumó un penal insólito a su expulsión contra Central y el cambio pedido contra Palmeiras, continúa el increíble arsenal de volantes centrales de los últimos años, integrado en su momento por Cristian Villagra, Nicolás Fonseca y Matías Kranevitter. No hay River con grandeza sin un gran volante central y Portillo no lo es.
Ni hablar del insólito caso de Kevin Castaño, a quien habría que apodar Nini: ni marca ni patea. Si no fue un capricho de Gallardo, que haya completado los 90 minutos se trató de una pésima decisión futbolística. Dicho eso, más allá del destrato a Jaime, los pibes -quedó claro- no son solución ni lo serán por un buen tiempo: todavía están demasiado verdes.
Con la Libertadores 2026 en la cornisa, Boca puede darle un golpe de nocaut a River. O no: el fútbol es impredecible y tal vez River resucite. En todo caso, el problema para el equipo de Gallardo no es el superclásico. Es el propio River.





