Un lustro vacío: el River de Gallardo perdió su mística (y no sólo eso)
Los golpes en 2025 de un equipo sin fútbol ni rebeldía se suceden: Supercopa Internacional, Apertura, Mundial de Clubes y Libertadores. Desde finales de 2019, River lleva 17 torneos a eliminación directa, locales e internacionales, sin llegar a una final. El Muñeco falló en el armado de un plantel millonario.

River jugó 41 ediciones de la Copa Libertadores: ganó cuatro. Se demoró 27 años en levantarla por primera vez, en 1986. Luego, para repetir, le llevó una década: 1996. La tercera fue 19 ediciones después, en 2015. Entonces, también con Marcelo Gallardo, apenas tardó tres años más en atrapar la cuarta, en 2018. Aunque estuvo muy cerca de repetir en 2019, con la derrota de este miércoles ante Palmeiras sumó su séptimo intento consecutivo en vano, algo natural para la historia de River, aunque no para sus tiempos modernos (que empiezan a quedar, también, en el pasado).
El primer ciclo de Gallardo, tan atípico por lo fenomenal, en cierto punto creó una ilusión: que ganar la Copa era fácil. O una obligación. O un mandato histórico. Es una distorsión que suele pasarles a otros clubes. Independiente, el Rey de Copas, este año llegó a 41 años seguidos sin levantar una Copa Libertadores, desde 1984. Boca, el segundo, va por los 18, desde 2007 (ambos, encima, ni siquiera la jugaron en 2024 y 2025). Peñarol, el tercero más ganador de América, no la levanta desde hace 38 (1987).
Se suele hablar de la mística de todos ellos, y también de la de Estudiantes (que en los últimos 55 años tiene tantas Libertadores como descensos), pero lo que tienen es una enorme historia. La mística, en cambio, no es de los clubes sino de los equipos: la tuvo el primer River de Gallardo. El actual no la tiene. El Muñeco, que siempre seguirá en la estatua, la perdió en algún momento.
Al contexto histórico hay que agregarle un mapa del presente: una derrota contra Palmeiras era lo lógico. No sólo para River, sino también para cualquier equipo argentino (el Racing de Gustavo Costas se ganó el beneficio de la duda). Los brasileños no ganaron las últimas seis Copas de casualidad. Y, ya dentro de la serie de 180 minutos, podría decirse que si Kevin Castaño al menos hubiera pateado al arco en una jugada que se le recordará mucho tiempo (o siempre), hoy tal vez se estaría hablando de épica. Hasta puede decirse que el 5 a 2 final, una goleada, fue exagerado.
Pero todo eso, y empezando por las insólitas quejas contra el arbitraje de Andrés Matonte, como si hubiese influido en la eliminación, no deberían desviar el principal problema: que este River 2025, además de coleccionar eliminaciones indistintamente contra equipos superiores o inferiores (Talleres por la Supercopa Internacional, Platense por el Apertura y Monterrey por el Mundial de Clubes), es un equipo mal armado por la principal responsabilidad de Gallardo, a quien también se le empieza a quedar lejos su mejor etapa. El River 2022 fue tan de vuelo bajo como el actual.
Luego de más de 74 millones de dólares gastados en los tres mercados de pases (aunque también es cierto que sufrió ventas millonarias), River llegó a la serie más difícil del año, ya a finales de septiembre, sin una formación definida. Ni, tampoco, un diseño de juego.
El enojo de Gallardo con Matonte: "No supo manejar el partido"

Cinco defensores en la ida. Cuatro en la vuelta. Enzo Pérez de mediocampista central en Núñez. Juan Portillo en la vuelta. Maxi Salas como único delantero en Brasil porque, lesionado otra vez Sebastián Drisissi (que tampoco justificó lo que se pagó por él), Miguel Borja y Facundo Colidio hace mucho que no hacen nada para ganarse la titularidad y sí para preguntarse si River puede salir campeón de un gran torneo con ellos como alternativas.
El mediocampo de River en 2005 debería ser un caso de estudio: contra Inter, en el Mundial de Clubes, jugaron Matías Kranevitter, Rodrigo Aliendro y, durante varios minutos, Giorgio Constantini. Más misterio: Galoppo completó los 180 minutos en la serie ante Palmeiras. Más dudas: ¿Enzo y Nacho Fernández, ídolos que ya lo dieron todo, seguirán en 2026? ¿Por qué Gallardo insiste en jugadores conocidos pero cuya edad de oro ya quedó atrás? ¿No hay otros a los que les pueda enseñar lo que quiere para el puesto?
En sus breves conferencias de prensa post partidos, en las que no pocas veces no disimula su falta de interés por las preguntas que recibe, Gallardo pidió varias veces paciencia y hasta se quejó de la histeria. Incluso llegó a hablar de "la sociedad del ya". Ayer habló de un equipo en construcción: no será recordada como su frase más feliz.
Casi eliminado ya a la media hora de la ida, en Núñez, River volvió a depender de la épica para la revancha, como el año pasado ante Atlético Mineiro. Ya con tres derrotas seguidas, los cuartos de final contra Racing, por la Copa Argentina, serán una serie brava para un plantel bajo sospecha futbolística y emocional. Luego quedará el Clausura como última bala para salvar el año.
Sin contar las Ligas de 2021 y de 2023 -esta última con Martín Demichelis-, un sistema por suma de puntos que ya no corre más –y que permitió el pase directo a finales a partido único-, River lleva desde fines de 2019 diez eliminaciones en torneos nacionales y siete en competencias internacionales antes de la instancia decisiva, como le volvió a ocurrir ante Palmeiras. Es decir que hace 17 torneos mano a mano que no llega a una final: la última fue la del 13 de diciembre de 2019 ante Central Córdoba de Santiago del Estero, en Mendoza.
Es cierto que, en el medio, las Ligas Profesionales en 2021 y 2023 dieron acceso directos a cinco finales a partido único, esa multiplicación de estrellas entre Trofeo de Campeones, Supercopa Argentina y Supercopa Internacional, cuatro ganadas (ante Colón, Racing, Central y Estudiantes) y una perdida (frente a Talleres). Además, casi en simultáneo con aquella final contra Central Córdoba, tres semanas antes en Perú -el 23 de noviembre de 2019-, River también jugó su última final de Libertadores, ante Flamengo.
Cualquiera puede perder con Palmerias. Nadie está obligado a ganar la Copa. Pero a River le quedó una sensación fea, de íntimo dolor, de esos que no se puede automentir: está perdiendo contra River, contra lo que podría ser y no es. Los ojos de muchos hinchas empiezan a mirar a Gallardo.
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