Gallardo examina a Gallardo
Más allá del partido con Racing, en River hay Muñeco para rato e incluso con poder reforzado en 2026. Sin embargo, en su momento menos triunfal se abre una duda: ¿Hay alguna autoridad por encima de la suya para analizar su trabajo?

La continuidad de Marcelo Gallardo no está en duda -ni debe estarlo-. Hay varias razones para desmarcarse de frases apresuradas, aunque ya en boca de no pocos hinchas, como “Fin de ciclo”, “Última oportunidad” o “Si no gana nada en diciembre se tiene que ir” que agitan la previa del partido de este jueves contra Racing por los cuartos de final de la Copa Argentina.
Hoy River no provoca esperanzas -más bien lo contrario- pero el fútbol permite cambiar de ánimo en uno o dos partidos. Imprescindible mejora del juego mediante, el equipo de Gallardo está a 270 minutos (o tres partidos) de poder ganar la Copa Argentina, un título que además lo clasificaría a la Libertadores 2026. Incluso, aun a pesar de la histórica racha actual de derrotas, River continúa tercero en el grupo B del Clausura y segundo en la tabla anual, el último reaseguro para cumplir el objetivo de mínima, jugar la Copa del año que viene.
No sólo eso. El actual contrato del técnico-estatua termina en diciembre pero el oficialismo, que muy probablemente ganará las elecciones con Stéfano Di Carlo como candidato, adelantó su continuidad y que le agregará potestades: será el CEO -palabra fea para cualquier hincha- de todo el fútbol del club. Pero ni siquiera se trata de papeles firmados.
Es cierto que la crisis de este River no es inferior a la que le costó el puesto a Martín Demichelis, pero la epopeya que forjó Gallardo en su primera etapa le conceden más oportunidades que al resto de sus colegas en caso de una mala racha. Ningún candidato a presidente opositor se atrevería a anunciar a otro entrenador en caso de un triunfo electoral.
Queda claro entonces, que aún con el eventual peor escenario para lo que resta de 2025 -sin títulos ni clasificación a la Copa ni alegría en el superclásico que resta ante Boca-, Gallardo seguirá siendo el técnico de River en 2026.

Pero aclarado ese punto, este River sin fútbol ni intensidad ni títulos en lo que va de 2025, sumado al desilusionante segundo semestre del año pasado, ya les hizo plantear a muchos hinchas una pregunta hasta hace poco imposible: ¿Y si el Muñeco no es el mismo técnico de antes?
Los más escépticos incluso proyectan esa duda hacia el futuro, en caso de que la crisis de juego y resultados continúe tras el partido con Racing o retome en algún momento, este año o el siguiente: ¿Y si su ojo futbolero, su pragmatismo, su ambición y su poder de contagio que lo convirtieron en estatua entre 2014 y 2021 ya no surgen el mismo efecto en los jugadores?
Entonces irrumpe un escenario inesperado. Si River no mejora, sigue a los tumbos y Gallardo tarda en volver a ser el de antes, ¿quién le podría decir dentro del club "Marcelo, estamos preocupados, no es por acá"? ¿Hay alguna autoridad por encima de la suya? ¿Quién auditaría o analizaría su trabajo -o su eventual fracaso-? ¿O únicamente Gallardo examina a Gallardo?
En la estructura actual de River, es posible conjeturar a Gallardo como el hombre más poderoso del club, como mínimo desde lo simbólico, e incluso por encima del presidente actual -Jorge Brito- y del que viene -Di Carlo-. No se trata de ser peyorativos con los dirigentes -que incluso comunicaron haber delegado el fútbol en el entrenador más exitoso de la historia del club, el propio Gallardo- sino con las prerrogativas que el Muñeco se ganó primero y le fueron concedidas después.
Tras su regreso, Gallardo no sólo retomó su trabajo como técnico sino que avanzó casilleros en el entramado dirigencial. Aunque Enzo Francescoli y Leonardo Ponzio siguen estando, uno como director deportivo y el otro como secretario técnico, ambos perdieron poder, en especial el ex volante central, que -es cierto- nunca encontró su lugar como gerente. Matías Patanian, hasta entonces la autoridad encargada del fútbol, quedó a un costado: ya no aparece en las fotos de las principales incorporaciones.

Junto a sus hombres de confianza, Gallardo pasó a encargarse de la negociación de los refuerzos e incluso, en función del monto anual para el fútbol profesional que la dirigencia le acerca, brinda su opinión sobre cómo debería repartirse el presupuesto entre los sueldos de los jugadores. Sus facultades, quedó dicho, aumentarán en 2026: “El liderazgo y el CEO del fútbol es Marcelo Gallardo en manera total y exclusiva”, anticipó el oficialismo.
A esa monumental figura de un técnico sin contrapeso, al menos en la teoría -es difícil conocer el día a día en la intimidad de un club tan cuidadoso en su comunicación-, no se le encuentran antecedentes, incluso en el propio Muñeco. En su libro “Gallardo Monumental”, el periodista Diego Borinsky contó un par de ocasiones en las que el entonces presidente, Rodolfo D’Onofrio, le puso un freno a los requerimientos de Gallardo -ambos de carácter fuerte-, en especial al comienzo de su gestión.
El otro gran mito de la historia riverplatense, Ángel Labruna, fue despedido por el presidente del club, Rafael Aragón Cabrera, a mitad de 1981, luego de que Boca se consagrara campeón del Metropolitano. Hoy suena increíble: River había ganado, entre 1975 y 1980, seis de los últimos 13 torneos locales (aunque, es cierto, había fallado en la Libertadores). Héctor Veira, a su vez, el primer técnico campeón de la Copa, fue echado por Hugo Santilli a mediados de 1987, sólo seis meses después de haber levantado la única Intercontinental en la historia de River.
Eran tiempos de presidentes con decisiones fuertes también en lo futbolístico, acertadas o no, con conocimiento del rubro o no, un estilo que continuó hasta el que se suponía el mayor experto en fútbol, Daniel Passarella, armó un equipo que terminó en el descenso. Ya con D’Onofrio reconociéndose como un lego en la materia, fue Enzo Francescoli quien eligió a Gallardo. Entonces comenzó un tiempo en que, también con Brito al margen de lo futbolístico -fue Patanian quien apostó por Demichelis-, los presidentes de River no se metieron de lleno en el fútbol. Pasará lo mismo con Di Carlo.
Con Gallardo para rato y con más poder en 2026 -pero a la vez en el momento menos triunfal de su carrera-, queda la duda de, si continúan los objetivos no cumplidos, quién podrá hablar de igual a igual con el Muñeco. Y también a la inversa: si el Muñeco está dispuesto a ello. En todo caso, mientras Gallardo examina a Gallardo, solo hay una certeza: arriba del Muñeco -y de todos - está River.
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