Corre 246 kilómetros sin parar en 36 horas: la historia de Romina Scoglia, la argentina que disputa el Spartathlon
Desde la Acrópolis de Grecia hasta la estatua del Rey Leónidas en Esparta, la prueba está inspirada en un relato de la mitología griega. Cómo se prepara y en qué consiste la carrera.

Cuenta la leyenda que, en el año 490 antes de Cristo, el soldado griego Filípides corrió 246 kilómetros sin parar desde la Acrópolis de Atenas hasta Esparta para pedir refuerzos en la lucha contra el imperio persa. Dos mil años después, en 1982, el británico John Foden decidió poner a prueba este mito y efectivamente, lo logró. Un año después, nació oficialmente el Spartathlon, una de las ultramaratones más difíciles del mundo.
Según el historiador griego Heródoto, que fue quien reconstruyó el relato y todo el recorrido que debió hacer Filípides, la misión del mensajero ocurrió en septiembre, por eso la prueba se realiza en ese mes y de manera anual, bajo la organización de la Asociación Internacional de Spartathlon (ISA). Hay más de 200 atletas que se anotan para la prueba y varios de ellos son argentinos.
Al noreste de la Provincia de Buenos Aires, concretamente en Zárate, Romina Scoglia se preparó para afrontar una de las pruebas más duras del planeta. "Hago natación, voy al gimnasio y ando en bicicleta dos veces por semana. Aparte hago yoga y meto alguna clase de entrenamiento funcional. Corro entre cuatro y cinco veces a la semana y a veces trato de meter alguna maratón o carreras de 12 horas. Los fines de semana hago rodajes largos", cuenta Scoglia a zeapp.site.
"La parte digestiva también la entreno. Cuando hago desplazamientos largos me llevo pastillas de sal y geles. En el Spartathlon, lo ideal es llevarse lo que uno está acostumbrado a consumir durante la prueba. En mi caso, además de los geles, voy a llevar membrillo y voy a mechar con rodajas de pan para tener algo salado. En principio arranco así aunque después con el paso de las horas se complica, pero soy de estómago fuerte por suerte", destaca sobre cómo lleva su dieta que, cabe aclarar, es vegana.

Se trata de una prueba de 36 horas de duración en la que los fondistas no deben parar y tienen que atravesar 75 puntos de control con tiempos específicos en cada uno de ellos. De lo contrario, se les quitará el dorsal y no podrán continuar. Detrás de ellos, los sigue un "colectivo de la muerte", un autobús tipo escolar que recoge a aquellos corredores que no llegaron a tiempo a los puestos de control o a los que simplemente se rindieron y alcanzaron el límite físico. El desafío inicia el sábado por la mañana y finaliza el domingo siguiente a la tarde.
Una de las primeras cuestiones que surgen al oír sobre esta prueba es cómo hacen los participantes para hacer sus necesidades fisiológicas o cómo combaten el sueño. "Algunos puestos tienen baños pero la gran mayoría no. Así que a veces hay que buscarse algún lugarcito...", responde Scoglia.

Los ultramaratonistas están tan acostumbrados a correr largas distancias por varias horas que hay quienes duermen mientras corren. "Una vez vi a uno que corría dormido y eso puede ser un riesgo. Hay ciertos tramos que son en altura y hay riesgo de caída, así que fui a despertarlo", recuerda Romina de su experiencia previa en el Espartatlón, que lo correrá por tercera vez este sábado.

Scoglia, quien arrancó a correr por insistencia de una amiga y siguió por la pasión y la adrenalina que le genera la actividad, contó cómo es alcanzar la línea de llegada con los habitantes locales acompañando a cada fondista: "Terminar la carrera es una satisfacción que ningún premio económico puede alcanzar, es espectacular". Los que llegan al final en el tiempo estipulado, reciben una corona de olivos, un vaso de agua del río Evros y besan los pies de la estatua del Rey Leónidas. El espíritu de la prueba es amateur, por lo cual se prioriza el progreso personal por sobre un premio en efectivo, que no lo hay.
Por otra parte, Romina recibe el apoyo de la Municipalidad de Zárate, que el otorga una beca de alto rendimiento, además de la colaboración de la Asociación de Psicología del Deporte Argentino, mediante la cual sus socios y cualquier persona pueden donar para la causa. "Es un gesto super hermoso que tuvieron conmigo", dice la ultramaratonista.
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Romina ya se encuentra en Atenas junto a su hermana y otros fondistas argentinos para afrontar una extensa carrera de 36 horas de duración. "Hay que prepararse bien mentalmente. El hecho de que haya 75 puestos de control y que en cada uno de ellos te puedas quedar afuera, te quema. También es una zona en la que de día hace mucho calor, de noche frío y a veces corres sola durante tramos largos. Estar con la cabeza fuerte es importante para este tipo de carreras", cierra.

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