El único alivio para un River indigno: no volver a perder hasta 2026
El equipo de Gallardo cerró el año con un bimestre final de descenso: de los últimos 13 partidos, solo ganó dos y quedó afuera de la Libertadores, la Copa Argentina y el Clausura. La hemorragia de derrotas de un equipo desalmado sólo podía cortarse sin jugar.

Si ningún hincha de ningún equipo quiere que su equipo pierda, no pocos de River -ya digerida una nueva derrota entre tantas otras- sintieron un alivio después de la tragicómica jugada final de Matías Galarza: que se terminó el año, que ya no tendrán que soportar más a un equipo indigno de River, sin herramientas futbolísticas, quebrado mentalmente y con una campaña de descenso desde finales de septiembre, cuando tras la derrota contra Palmeiras se le abrió el piso y Marcelo Gallardo no pudo evitar una caída sin final.
Lo único que podía cerrar esa hemorragia de derrotas era que River dejara de jugar y la derrota ante Racing lo consiguió. Vendrán unas vacaciones, seguirá Gallardo, se irán varios jugadores y continuarán otros, pero River quedó en medio de una situación que abre muchos interrogantes para 2026.
¿Qué clase de técnico es hoy, o desde hace varios meses -o desde hace un puñado de años- Gallardo? ¿Está actualizado? ¿Dónde quedó su ojo futbolístico que pasó a contratar a jugadores sin nivel para River y les regala titularidades o minutos sin ninguna contraprestación a cambio?
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¿Por qué a los técnicos rivales se les hace tan fácil jugar contra River? ¿Por qué ya no convence a sus propios jugadores, mareados luego de tantos cambios de formación, de diseño táctico y de nombres todo el año? Y algo de cara al futuro: ¿Por qué lo que no funcionó en 2025 debería funcionar en 2026? En su batalla interna entre la gratitud y la nostalgia, a River se lo está comiendo la melancolía.
Ni siquiera la paternidad contra Racing, que ayer estuvo a punto de sumar otro capítulo insólito, alcanzó. River despidió el año sin tener un mediocampo más o menos titular: en Avellaneda terminaron jugando Galarza con Giuliano Galoppo y Juan Carlos Portillo, un trío -en especial los dos ex Talleres- garantía de un River gris. Si Sebastián Driussi jugó los 90 minutos en ataque tiene menos misterio: no había otros. La colaboración del ex Austin durante gran parte del año fue otra de las pésimas apuestas de Gallardo en los mercados de pases.
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Decir que River terminó 2025 con una campaña de descenso no es un golpe bajo: en los últimos 7 partidos del Clausura, River fue -con Platense- el equipo que menos puntos sumó, cuatro sobre 21. No solo perdió de local contra Riestra, Sarmiento y Gimnasia. Hay que sumarle, en este lapso, las eliminaciones ante Palmeiras por la Libertadores, contra Independiente Rivadavia por Copa Argentina y ante Racing por el Clausura. En total, de los últimos 13 partidos desde la serie con Palmeiras, River sólo ganó dos.
Con números del final de Diego Simeone y la apatía emocional y futbolística de los ciclos de Leonardo Astrada y Pipo Gorosito, Gallardo ya no solo creó el River más fantástico de su historia internacional y del siglo XXI sino también, ahora, el peor desde 2011. La casi segura no clasificación a la Copa Libertadores, lo que también pone en peligro al Mundial de Clubes 2029, es un castigo merecido a un técnico y una dirigencia que desde hace rato dejaron sus alegrías en la comodidad del pasado.
Por lo menos River no volverá a perder hasta 2026.





