Di María también es responsable y Central debe devolver la copa
Por supuesto que los jugadores no son responsables de este mamarracho, pero también tienen su cuota: aceptaron el trofeo a escondidas y se lo mostraron a la gente.

Muchas veces cuestionamos a los jugadores porque no se comprometen con una causa. Por fin lo hicieron, en medio de este escándalo que se produjo la semana pasada con el título que le dieron a Rosario Central, y es realmente para celebrar. Los futbolistas de Estudiantes, al darle la espalda al conjunto rosarino, nos representaron a casi todos. Fueron ellos los que le recordaron a toda la sociedad, también a los jugadores de Central, que el pasillo es un reconocimiento y corresponde ganárselo, que no te lo regalan. No te lo pueden regalar. No se trata ni debe ser una obligación impuesta por la AFA ni una cuestión de respeto al artículo 14 ni nada de eso. Es mucho más sencillo: debe ser un compromiso con la lealtad deportiva, que no la hubo.
Y que quede claro: sí hubo responsabilidad de los jugadores de Central, que salieron al balcón y que ayer, domingo, mostraron la copa en la cancha. Se la mostraron a todo el país cuando pudieron haberse negado. O podrían haber guardado el trofeo si no estaban de acuerdo. Y por supuesto que hay responsablidad de Ángel Di María en cuanto jugador de Rosario Central. Di María fue a buscar la copa en silencio, la metió en una camioneta, se sacó una foto y volvió a Rosario en silencio sin avisarle a nadie cuando él sabía que iba a recibirla. ¿Cómo no se lo voy a pedir a Di María, que fue ídolo de todos?
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Los jugadores no son los máximos responsables pero sí comparten esa responsabilidad. Si lo decidieron los dirigentes, ellos podrían haberla rechazado. Primero debieron haberle dicho que no a Gonzalo Belloso, el presidente de Rosario Central, y al Chiqui Tapia. Y de última, no sacarla a la cancha, sentir vergüenza deportiva. La única manera en que hoy Central se puede amigar con el mundo del fútbol es devolviendo la copa. Está claro que es imposible, que no va a ocurrir, pero la realidad es que por ser una enorme institución, con una gran historia, tiene que amigarse con la gente, con el fútbol. Y decir: "Esto no está bien, no es ético, devuelvo la copa y empecemos de cero". Si no, hoy Central se ha transformado en el nuevo Barracas, en el nuevo Riestra.





