La historia del clásico Banfield–Lanús y cómo nació la rivalidad
Durante los años ‘60, compartían tribunas, torneos y hasta festejos. Hoy, una estación los divide y el Clásico del Sur se convirtió en una de las rivalidades más calientes del fútbol argentino.

Del amor al odio hubo un solo paso. Y ese paso lo dieron Banfield y Lanús, vecinos del sur bonaerense que durante décadas fueron aliados, compañeros de cancha y hasta hinchadas hermanadas. Lo que en un principio los unía —una estación de tren, una pasión compartida y la identidad barrial— hoy los separa con fuerza. El Clásico del Sur es el reflejo perfecto de cómo el fútbol puede transformar la unión en rivalidad.
Este lunes, desde las 21.15, se volverán a ver las caras por la fecha 14 del Torneo Clausura 2025 en el Estadio Florencio Sola. El Granate llega con la ilusión encendida, tercero en la Zona B con 26 puntos, mientras que el Taladro busca cerrar el año con aire, ubicado en el puesto 11 de la Zona A con 17 unidades.
Lo cierto es que esta historia no siempre fue así. Durante buena parte del siglo pasado, los caminos de ambos clubes se cruzaban con respeto y hasta con afecto. De hecho, el clásico original de Banfield era con Los Andes, su vecino de Lomas de Zamora, mientras que Lanús tenía su rivalidad histórica con Talleres de Remedios de Escalada, dentro del mismo distrito. Incluso, el Taladro arrastraba una rivalidad fuerte con Racing por la recordada final del campeonato de 1951, mientras el Grana concentraba sus enojos en Quilmes.

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En los años ‘60 y ‘70, el fútbol del sur vivía tiempos más románticos. El estadio de Banfield, por entonces uno de los más modernos del Gran Buenos Aires, con tribunas de cemento y buena iluminación, solía ser escenario de torneos veraniegos y cuadrangulares que unían a toda la región. En esas noches, hinchas de Banfield y Lanús compartían tribunas, alentaban juntos y hasta coreaban al unísono: “¡Banfield y Lanús, unidos en el Sur!”. Algo impensado en los tiempos que corren.
Aquellos encuentros no eran solo partidos. Eran jornadas familiares, con el fútbol como punto de encuentro. Las hinchadas del Taladro y el Grana convivían sin problemas, celebraban los triunfos del otro y se mezclaban en las calles con los colores de siempre, pero sin rencor ni violencia. Incluso, en esos torneos amistosos participaban también equipos como Los Andes, Quilmes, Temperley y Talleres, que completaban el paisaje futbolero del sur bonaerense.

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Pero esa armonía se rompió en la década siguiente. La llegada de nuevos grupos a las tribunas y la profesionalización del fútbol argentino cambiaron el clima. La pasión se mezcló con la hostilidad, y la vieja amistad entre Banfield y Lanús se transformó en enemistad. Lo que alguna vez fue camaradería mutó en provocaciones, y la estación que antes los conectaba se convirtió en una frontera simbólica.
Con los dos clubes ya instalados en Primera División, la rivalidad creció todavía más. En los últimos años, el Clásico del Sur se consolidó como uno de los más intensos del país, incluso por encima de otras históricas duplas del conurbano como Quilmes–Temperley o Los Andes–Talleres. El sentimiento mutuo de orgullo y pertenencia es tan fuerte como el rechazo al otro.
Hoy, los insultos se repiten en cada cruce: “pingüinos”, “pecho fríos” o “sin aliento”. Banfield se jacta de su garra y de su título del Apertura 2009; Lanús responde mostrando sus vitrinas repletas: la Conmebol 1996, el Apertura 2007, la Sudamericana 2013, la Primera y Copa Bicentenario 2016 y la Supercopa Argentina 2017.

El fútbol supo unirlos y también separarlos. Lo que alguna vez fue una celebración compartida, hoy es una batalla por el orgullo del sur. Donde antes había una estación que los conectaba, ahora hay una línea divisoria que no se borra ni con los años ni con los recuerdos.
        




