Los secretos para que tus lavandas crezcan fuertes, coloridas y aromáticas
Con sol, riego moderado y poda estratégica, podés transformar tus lavandas en arbustos vigorosos y perfumados.
La lavanda es un arbusto perenne de origen mediterráneo, famoso por su follaje gris-verde y sus espigas florales. Para que crezca con fuerza y perfume, necesita mucho sol: al menos seis horas diarias de luz directa, un factor clave para una floración abundante y aceites esenciales potentes. Conocé los detalles.
En cuanto al suelo, es fundamental que tenga muy buen drenaje. Un terreno muy húmedo puede pudrir las raíces, por lo que conviene mezclar la tierra con arena o grava para mejorar la filtración. Además, regar con moderación es clave: durante el primer verano es necesario un riego más frecuente, pero una vez establecida, la lavanda tolera bien los períodos secos.
Cuándo plantarla y cómo propagarla
El momento ideal para plantar depende del clima. Si vivís en una zona con heladas leves, podés hacerlo en otoño siempre que haya al menos seis a ocho semanas antes de la primera helada para que las raíces se fijen. Si estás en una región más fría, es más seguro esperar hasta primavera.
Para propagar lavanda, una opción muy efectiva es usar esquejes. Cortá ramas verdes de entre 10 y 15 cm durante el verano, limpiá las hojas de la mitad inferior y plantalas en un sustrato con buena presencia de arena. En pocas semanas, deberían enraizar.
Mantener la forma correcta de la planta no es solo estético, sino vital para su salud. Luego de la floración, conviene cortar los tallos florales marchitos para fomentar un rebrote más frondoso y perfumado. También es recomendable hacer una poda ligera a fines de primavera, antes de que la base se vuelva demasiado leñosa: así evitás un crecimiento débil o escasa floración. Con esos cuidados, una lavanda bien mantenida puede vivir entre 7 y 10 años, según la variedad y las condiciones.
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