Russo, un tipo querido en un ambiente difícil y el gesto de amor de Riquelme
Se destacó por su bondad en un ambiente difícil y Román tuvo el gesto de amor de permitirle pasar en Boca sus últimos meses.

El que se nos fue era un hombre de café, de barrio, de la bohemia. Se dice que la gente buena es la primera que se muere, y Miguelito Russo era un tipo bueno. Tan bueno que no había manera de sacarle una frase en una conferencia de prensa. Una frase comprometedora para alguien, para algún jugador, para... Era un tipo que salió de la zona difícil, de una vida que de chiquito lo trató con dureza y se hizo fuerte.
Se hizo fuerte como jugador porque era el sostén del Estudiantes de Trobbiani, Sabella y Ponce. Un hombre al que Bilardo lo tenía para la Selección, que lo llevaba y que quedó fuera del Mundial 86 por cosas raras, presiones desde arriba. Sin embargo, se lo tomó como se la toman los hombres, con absoluta dignidad. No le quedó ningún resquemor contra Bilardo, a pesar de que jugar el Mundial era la ilusión de su vida.
Y al margen de eso, Miguel era un noctámbulo. Coincidí muchas noches con él, compartimos muchas noches con Coco Basile, con él, con Mostaza Merlo... Era un tipo respetuoso al extremo, incapaza de que se le saliera de lugar una palabra contra alguien incluso en la intimidad de esas veladas, y también un entrenador sagaz. Era de los antiguos entrenadores, no salía hablar de táctica ni de cuestiones científicas. Simplemente futboleras.
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Miguel respetaba mucho la opinión de Coco y lo admiraba. Siempre fue un laburante, se fue al descenso con Lanús pero lo devolvió a Primera, armó aquella dupla con Manera para rescatar a Estudiantes de la B.
Con todo esto, con los lugares donde estuvo y lo que logró, uno bien puede preguntarse: ¿quién lo quiere más? La gente de Estudiantes: la de Lanús, que hizo justo un homenaje poco tiempo antes que ocurriera esto; la gente de Vélez, al que sacó campeón; la de Rosario Central, al que también ascendió y luego sacó campeón; la de Boca, último ganador de la Libertadores... Fue un tipo querido por todos con los que trabajó, y por aquellos que lo conocen del ambiente del fútbol.
En un ambiente de pedantes, de soberbios, de ventajeros, donde hay tanta competencia, él era un tipo derecho. Nadie tenía nada para decirle, para criticarle. O en todo caso se lo podía criticar si su equipo perdía, como a cualquier otro. Pero era un tipo de bien, amigo de sus amigos, con esa sonrisa tan explícita.
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Tuve el placer de estar muchas veces con él, y me cabe el mérito de haberle anunciado que iba a ser el técnico de Boca cuando Riquelme lo andaba buscando. Él se había ido de Boca en Japón, en 2007. Lo sabía incluso antea de perder el partido con el Milan. Lo sabía y me lo dijo en una nota previa a aquella final, aun cuando había ganado la Copa meses antes.
Y quiero rescatar en esta historia final a Riquelme. Por ahí se puede tener alguna diferencia con él en su función de presidente, pero en este caso lo de Román fue un gesto de amor: ir a buscarlo aun sabiendo que estaba enfermo. Algunos creer que fue para tapar cuestiones y sacarse del centro de la escena, pero para mí fue un gesto de amor. Román es un tipo muy particular y le tenía tanto cariño que lo hizo volver para el final de su vida y de su carrera. No lo hizo con ninguna intención de sacar algún rédito, alguna ventaja, porque estas cosas también tiene Román.
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