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Necesitamos muchos Russo

Desde la U de Chile, donde lo tuve como DT, me enseñó mucho. Conocía el vestuario, estaba en los detalles humanos, te daba confianza. Hay que honrar su legado.

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Por Cristian Traverso
Traverso
Miguel en un homenaje de la U de Chile. En ese club coincidió con Traverso.

Tengo un cariño grande por Miguel. Seguramente él querría que uno no se emocione como me está pasando, porque él era un tipo fuerte. Pero me conmuevo, por ejemplo, pensando en las cosas que hizo. No tienen idea de lo difícil que es bajar al túnel, caminar por ahí, subir por las escaleras, cruzar la cancha, volver a hacer todo ese esfuerzo... Si eso no te conmueve, si eso no te llega, es porque no entendiste la vida. Yo a Miguel lo conocí en la U de Chile. Ahí arrancaba su carrera. Teníamos un equipazo que llegó a la semifinal de la Libertadores y yo me había perdido una fase porque estuve a punto de fracturarme un tobillo, 21 días con la pata hacia arriba. Llegué a entrenarme el domingo a la mañana y Miguel me dice: "¿Querés jugar?"

Por supuesto, yo me entablillé todo y luego, en el entretiempo, me saqué todo y jugué. "Si se rompe, se rompe", pensé. ¿Por qué cuento esto? Porque hay algo que los cursos de entrenadores no van a enseñar jamás y que la inteligencia artificial no va a encontrar. Y es conocer el vestuario. Miguel lo conocía, te daba tranquilidad y seguridad en los momentos difíciles. 

En aquel plantel de la U estaban los chilenos bravos, grandes, y los argentinos: Cuqui Silvani, Leo Rodríguez, Sergio Vargas y yo. Dos bandos. Y Miguel ya era un experto en manejar los vestuarios. Aunque fueran picantes. Por ahí podía equivocarse en algún cambio, como todos, pero en el día a día controlaba todos esos pequeños detalles con mirarte a los ojos. Él fue así durante toda su carrera y eso explica semejante convocatoria y tamaña cantidad de mensajes.

Aunque no nos veíamos, yo siempre le escribía para saber cómo estaba. Sobre todo después de que arrancó con todo este tema en Colombia. Y siempre me despedía con la misma frase: "El cariño y el respeto de siempre". Cuando vino a Boca le deseé el mayor de los éxitos y para mí criticarlo era como clavarme una puñalada, pero estoy convencido de que era lo que él quería. Lo más noble, no mentirle. Alguna vez, mientras estaba en San Lorenzo, dije algo que no le gustó y me mandó a decir que fuéramos a comer. No se dio, y ahora sé que me perdí esa cena. Pero nunca tuvimos un problema. Y es raro que yo no tenga problemas, eh.

Falcioni, Píccoli y el Gallego Insúa en el velorio de Russo

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Solamente nosotros, los que tenemos el vestuario y esa relación con los entrenadores, sabemos de qué se trata eso. No se puede transcribir, no se puede contar ni emociona a nadie porque son cosas nuestras, muy nuestras. Ojalá se repitan un montón de Russos. Necesitamos muchos Russos. Y no lo digo ahora porque pasó esto que era inevitable. Quisiera agradecerle porque siempre fue muy frontal conmigo. Y estoy súper agradecido.

Si Miguel no hubiera estado en la U, no sé si yo habría llegado a Boca. Él me enseñó muchas cosas. Era un tipo muy temperamental, número 5 y de Estudiantes. Y también era el más frío, el más pensante de todos. Estaba en todos los detalles, dentro y fuera de la cancha, con todos los empleados. Lo quiero recordar con una frase que dijo hace muy poco: "La gloria no tiene precio y el después es para siempre". Así que aquellos que se quedan con el legado de Miguel, hónrenlo. Es por ahí. Gracias, Miguel.

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