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El fútbol despidió a un buen tipo: escenas del adiós a Russo desde La Bombonera

Este jueves, desde las 10, los hinchas de Boca y de muchos otros clubes se acercaron hasta el estadio del Xeneize para despedir a Miguel, quien murió a los 69 años.

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Por Federico Bajo
cartel
Un hombre dejó un mensaje para Russo en la puerta de la Bombonera.

Un motociclista frena sobre Brandsen, detrás de los periodistas que se encuentran contra las vallas. Se baja y se saca el casco. Tiene los ojos rojos, llorosos, el pelo largo atado y, debajo de su campera, una camiseta con el escudo de Boca. Mira hacia la puerta 3 de La Bombonera y abre los brazos hacia al cielo, como esperando recibir algo. Y entonces es cuando grita:

— Nos dio la Copa Libertadores. Gracias, Russooooo - y la "o" la estira el tiempo que le lleva subirse a la moto, ponerse el casco y seguir su camino sin robarse demasiadas miradas.

El reloj marca las 11 pasadas de una mañana soleada, como lo será lo que queda del día, al costado del estadio del Xeneize. Ya hay una fila que bordea la cancha por Brandsen y llega hasta el portón de ingreso para vehículos, sobre Del Valle Iberlucea. Un poco más y alcanza Casa Amarilla. Desde las 8 empezaron a arribar los más ansiosos para ser de los primeros en ingresar al hall central del estadio y despedir los restos de quien fue Miguel Ángel Russo, el entrenador de Boca que falleció el miércoles tras una extensa y desigual lucha contra el cáncer.

La ceremonia estaba prevista para comenzar a las 10, pero se atrasó porque adentro primero lo velaron sus familiares -su esposa Mónica, su hijo Nacho y su hija Natalia-, sus amigos, sus jugadores y los dirigentes. Uno de ellos, claro, era Juan Román Riquelme, el presidente que lo eligió para sus últimos dos ciclos en el club y que lo trataba como un padre.

Mientras tanto, afuera, para matizar la espera, los hinchas hicieron lo suyo: corearon a Russo, lo aplaudieron y también le cantaron:

"Muchas gracias, Miguelo, muchas gracias, Miguelo

vos nos diste la Copa, vos nos diste alegrías,

lo que hiciste por Boca no se olvida en la vida"

Entre aquellos que esperaron más de dos horas para pasar apenas un minuto por el hall y darle el último adiós a Miguel, había de todo. Xeneizes en su mayoría, pero también simpatizantes de Rosario Central, Estudiantes, San Lorenzo, Millonarios de Colombia y hasta de River, porque en tiempos de disidencias, la figura de Russo genera unión como pocas otras cosas.

 — Me entristecí mucho cuando me enteré y vine porque, para mí, Russo es familia, se siente así -cuenta Roxana, una hincha de Boca que llegó desde El Palomar, en zona oeste, junto a su hijo y pisó por primera vez hoy La Bombonera.

Ese sentimiento de cercanía con el que fue, hasta su muerte, el técnico de Boca, se replica con muchos de los presentes este jueves. Por eso son varios los que, minutos después de las 11.21, cuando se abrieron las puertas, saldrán llorando de La Bombonera como si en su paso por el hall terminaran de entender que se murió Russo, un hombre querido, sobre quien muchos dijeron en estas horas y, probablemente dirán aún más en los días venideros, que era un buen tipo, un pedazo del fútbol argentino y un ejemplo: ninguno se olvida de su pelea contra esa enfermedad desde 2017 para acá. Siempre al costado de un campo de juego, porque como él decía, su cabeza se disparaba “atrás de una pelota”. Y los problemas pasaban a ser actores de reparto.

 — Decidimos venir porque para nosotros fue muy importante -dice Lucila, una joven hincha de Boca que arribó desde Caseros con su amiga Camila, y sigue: Es un gran ejemplo de lucha y de constancia para seguir. Y un gran ejemplo de persona. Lo queremos un montón.

Grandes y chicos, los que fueron contemporáneos a él y los que lo vieron solo unos años, algunos que lo conocieron como jugador y otros que apenas lo conocieron como técnico; todos se conmovieron, lloraron y se abrazaron por igual en el velorio en La Bombonera. Ese hombre que en enero de 2018, cuando estaba en Colombia y venía de superar la primera parte de la enfermedad, dijo que eso se curaba “con amor”, dejó este mundo con todo el cariño del mundo. Primero, rodeado por sus seres queridos y ahora, por hinchas y admiradores que tenía repartidos en el fútbol argentino.

Ese que se fue, el técnico de Boca y el buen tipo, fue también el que nació en Villa Diamante, pero encontró su lugar en Liniers, en Rosario, en La Boca o en La Plata; el que de chico jugaba en el barrio por plata y a veces se enfrentaba con Maradona; el que no conoció a su padre y se emocionaba cuando recordaba a su abuela paterna, que lo “formó culturalmente” porque ellos eran pobres; el que vivió para competir; el que siempre buscó la manera y la forma; el que patentó que son momentos y decisiones; el que se alegraba de que a los 60 y largos le siguiera “vibrando el corazón y no el celular”; el que eligió irse con la ropa de Boca puesta; y el que, por sobre todo, aunque algunos gritaran que no estaba para dirigir, que se tenía que ir a descansar, quiso ser el técnico de Boca hasta su último suspiro.

A metros de la puerta 3, detrás de la cual descansa el cuerpo de Russo que este viernes será sepultado en un cementerio de Pilar, hay un cartón encintado contra una valla y con una rosa blanca al lado. Sobre él, escrito a mano, se lee: “Maestro, gracias por todo. Qué descanses en paz. Soy Adalberto, de Barracas. La Boca lo llora”. Adalberto parece que se quedó corto, porque hoy lo lloraron todos.

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