El partido que jugó frente a Banfield fue solo apenas una pequeña muestra de lo importante que Paredes ya es y puede llegar a ser para Boca. En las seis presentaciones que lleva desde su regreso, el campeón del mundo y bicampeón de América con la Selección Argentina dejó en claro que su aporte no es el de uno más que viene a sumar. En poco tiempo se convirtió en el jugador más influyente y decisivo del equipo, el capitán (por ahora sin cinta) y la imagen que representa al hincha dentro y fuera de la cancha.
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Cada vez que toca la pelota evidencia una clara superioridad sobre el resto. Se le valora estar siempre bien ubicado, la entrega para la recuperación y su intento casi innegociable de jugar hacia adelante. Se desprende rápido de la pelota y la suelta de primera cuando el juego así lo pide, pero también saber hace la pausa necesaria si es que la situación lo amerita. La precisión en su pegada se volvió un arma peligrosa en cada envío, después de mucho desperdiciar la pelota parada.
Su posición en el campo de juego despertó algunas discusiones: que tiene que ser el único cinco, que necesita a alguien de marca al lado para liberarse y hasta que debe ubicarse como enganche. Lo cierto es que hasta el momento, y salvo en el inexplicable esquema que Russo planteó contra Racing cuando lo dejó absolutamente solo en la contención, siempre estuvo acompañado para el retroceso. Su mejor ladero fue Battaglia, aunque todavía cuesta entender por qué Milton Delgado perdió el puesto.
El partido de Paredes frente a Banfield

Cerebral como pocos, Paredes parece tener un mapa de la cancha en su cabeza y cuando la pelota se acerca a sus pies ya sabe lo que hará. Ese segundo de ventaja quizá sea uno de los valores más importantes y novedosos en un plantel con muchas limitaciones. Tampoco puede caer toda la responsabilidad en sus botines; lo tienen que ayudar. Y las dos victorias al hilo -ante rivales muy flojos- no deben confundir. Si no, recuerden que Gago comenzó su racha de triunfos a esta misma altura del torneo pasado.
La otra clave fundamental de esta historia está en su vigencia. Con 31 años y salud deportiva pudo haber elegido continuar en el primer plano del fútbol europeo, pero cumplió con su promesa de volver al club de sus amores con hilo en el carretel. Inteligente y profesional. Un nombre que marca la diferencia y que no solo está por su documento. Quizá algún día se sepa el motivo por el cual su arribo se demoró seis meses, porque en enero ya había tomado la decisión de regresar y algo sucedió para frenarlo.
El hincha de Boca volvió a tener un referente, un símbolo dentro de la cancha. Ese jugador distinto al que vale la pena ir a ver más allá del contexto. El que retornó en un momento complicado, lejos de los festejos que todos quieren vivir y que al mirar hacia el costado tiene todo el derecho del mundo a sentir algo de arrepentimiento. El que se fue muy joven, a los 19 años y con solo 31 partidos. El que hoy es muy querido y seguramente sea amado. El que va camino a convertirse en ídolo. Paredes, un líder de los que sirve.
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