Hicieron falta doce partidos, eliminaciones, un papelonazo contra un equipo amateur, la larga racha de desgracias futboleras, peleas internas, inconductas, rebeliones, salidas en malos términos, puteadas, el despido del Consejo, inestabilidad política, terremotos emocionales, toda la incertidumbre del mundo sobre las condiciones de Miguel Ángel Russo -un timonel a destiempo para una de las más grandes tormentas de la historia. No era una pared, era un laberinto de paredes donde estaba encerrado Boca, y entonces no sorprende que el antídoto se encuentre emparentado nominalmente con el veneno: paredes había que romper y el que las rompió fue Paredes, Leandro Paredes. El es la principal razón para que este equipo que estaba asfixiado, sufriendo por sus propios errores, de repente empiece a respirar. Porque eso es lo que hace Boca: respirar, simplemente eso, un mecanismo automático de supervivencia.
La semana pasada, en Mendoza, arrancó. Y hacía falta un soplo más de vida para confirmar el regreso, la salida de la oscuridad más profunda. La fiesta sólo es explicable porque es Boca y su gente, la Bombonera y su magia, el sonido atronador e hipnótico de los cantos llevando en andas al equipo. Hubo una primera media hora de protagonismo, de asociaciones, de voluntades alineadas, algo parecido al fútbol. Pero el fútbol real, el fútbol total de este equipo es Paredes. En los dos goles de esta fecha, fuera de esa media hora de superioridad clara, estuvo su marca. Primero para una habilitación maravillosa a Aguirre -desborde, centro, gol de Merentiel, que se sacó la mufa. Luego, ya con el partido cuesta arriba, acorralado por el pobre Banfield, apareció otra vez su pegada perfecta para que Boca se confirmara como un peligro en materia de pelotas paradas. No hay mucho laburo, es simplemente su precisión y su potencia, en este caso el anticipo de Battaglia y el cabezazo de Cavani al arco vacío en otra noche que pintaba de terror para el "goleador" uruguayo.
Merentiel abrió el marcador para Boca ante Banfield

Por supuesto, sus intervenciones no terminan ahí. Hubo un misil supersónico tras una combinación con el propio Cavani que Sanguinetti envió al córner y varios pases al vacío en los que el tobillo le giraba a ángulos imposibles hacia los huecos exactos. Claro que Leandro no es un goleador y depende de lo que hagan los continuadores de la jugada, pero lo suyo, individualmente, es sublime. No sólo su importancia ofensiva sino también para cortar yendo al piso, o relevar justo y cerrar para desviar una bola que quemaba... Hasta para sacar de cabeza las pelotas que van al área propia.
Hay que anotarle a Russo el mérito de haberse opuesto a Riquelme y sacar a Battaglia del fondo para que acompañe a Paredes con un trabajo silencioso y efectivo, de precisión, de lugarteniente: un tipo en quien el capitán de Boca -no importa quién lleva la cinta- puede confiar para soltarse. Y el hecho de que Battaglia pasara al medio le permitió al técnico armar esta defensa que se va consolidando a fuerza de repeticiones y funcionamiento, de conocimiento y vivencias. Di Lollo-Pellegrino es, hoy, la zaga de Boca (segundo al hilo sin goles en contra). Aún les falta voz de mando para sacar al equipo, que en buena parte del segundo tiempo se acorraló solito muy cerca del área, con las inconveniencias de esa decisión (si yo no manejo la pelota, la maneja el otro y puede hacerme daño), pero al menos la sacan del área, algo que no sucedía con otras formaciones.
Aguirre es otra buena apuesta -empezó a tomar confianza y desequilibra- pese a que Zeballos había entrado bien en Mendoza y la decisión de repetir la formación tiene que ver con llevar un tiempito de calma en medio de la incertidumbre. A Miguel le gustan los equipos de memoria desde siempre y a veces los reitera para convencer, aunque alguna pieza -Palacios, Cavani- no termine de encajar. El gol de Edinson no debería cambiar la visión general sobre lo que fue su partido y lo que es su actualidad desastrosa. Antes de empujar esa pelota sin arquero, había malogrado un pase aéreo preciso, sensacional de Paredes, rechazando lo que debía ser cabezazo al arco: carne de memes. Pivoteó bien un par de pelotas, pero sigue a contramano del equipo. Ojalá este gol le haga recuperar la confianza, pero hasta ahí era uno menos y fue inexplicable que Russo -salvo órdenes muy específicas- no lo haya sacado para poner a un Giménez mucho más útil.
Boca ganó dos partidos seguidos y en este contexto de inestabilidad eso le sirve para mantenerse en zona repechaje de Libertadores y entrar por primera vez en el torneo a la zona de playoffs. Lo dicho, la fiesta de la Bombonera demuestra lo que es la gente y, también, su síndrome de abstinencia. Dos alegrías consecutivas parecen mucho en estos tiempos y los números acompañan. Ojo, hasta aquí, no se logró nada salvo revertir la tendencia adversa. Hay que seguir dando pasos cortos y seguros. Al ritmo de Paredes, obvio.
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