El fútbol argentino y la triste verdad que no tiene remedio
Proclamar a Rosario Central como el flamante campeón de la Liga Argentina fue el corolario de una sumatoria de hechos insólitos y tristes en los últimos días.

El fútbol argentino - de la mano de sus dirigentes- no se cansa de enseñarnos algo: siempre se puede estar un poco peor. Cuando parece que el fondo está a la vista y que más bajo no se puede caer, ahí toman alguna decisión como para que la indignación del futbolero llegue a niveles impensados.
Los últimos días fueron tan movidos como lamentables, sin distinción de categoría. Todo arrancó el domingo en Puerto Madryn, continuó al día siguiente en Olavarría y Luna, para finiquitar en las ampulosas oficinas de la LPF en Puerto Madero. Los desaguisados pasan en el Ascenso y también en Primera, como para que nadie se ponga celoso.
Walter Otta tuvo que ver la eliminación de su equipo en las semifinales del reducido de la BN en una tribuna con dirigentes de Morón. No pudo estar en su hábitat natural (el campo de juego) porque un Tribunal de ¿Ética? lo sancionó por declaraciones que aparecieron en un flyer fake y que por supuesto él jamás había pronunciado. Lejos del pasto también tuvo que soportar, como si todo lo anterior no alcanzara, el arbitraje de Pablo Echavarría que terminó con la eliminación de su equipo. No volvimos a escuchar a Otta. Terminó solo, impotente, masticando bronca con los ojos llenos de lágrimas. Su voz desapareció. Como también el apoyo de sus colegas, que por miedo siempre eligen el silencio.
Lo de Barracas-Huracán fue tan obsceno como previsible, y con menos de un día de diferencia. De las piñas en Madryn al racimo de futbolistas quemeros rodeando a Andrés Gariano preguntándole por qué hizo lo que hizo. También apareció Kudelka, a quien el árbitro no solamente lo despojó de un triunfo y una clasificación a playoff, sino que además lo amenazó frente a las cámaras, con la impunidad propia del que tiene la venia del poder. “Vamos a hablar y te rompo todo”, fue la frase del juez que durante el partido, y con la complicidad del VAR José Carreras, hizo todo lo posible (¡y hasta lo imposible!) para que el partido termina como terminó. Ese mismo día FDK se quedó sin trabajo pero a nadie le importó. El silencio es aliado de los cómplices y potencia la resignación de los hinchas, los que verdaderamente sufren y los que se sienten indefensos ante las injusticias. Basta con ver cómo los dirigentes se comportan, como corderitos serviles, para entender que en lo último que piensan es en el reclamo de los que pagan la cuota todos los meses. Seguir siendo parte del circo que toma las decisiones les resulta mucho más importante y provechoso.
Qué dijo Ángel Di María tras el título para Rosario Central
Lo último en orden cronológico fue proclamar campeón a Rosario Central. Llamaron a una reunión en las sombras para que nadie se enterara, y ahí le dieron un trofeo a Di María, Broun y Holan por haber ganado la LIGA ARGENTINA. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuál Liga? El presidente Gonzalo Belloso ante los medios habló de dos torneos cortos y uno largo (?). Realmente insólito. Típico de aquel que quiere justificar lo injustificable. Los rostros tensos del DT y Fatura (Di María evitó mostrarse) evidenciaban una incomodidad no propia de aquel que está “festejando” un campeonato. Pensar que conseguirlo debe ser el momento de mayor placer para un futbolista... Y sin embargo, la coyuntura hizo que se sintieran avergonzados del regalito dirigencial. Nadie duda del excelente año del Canalla, pero eso no puede jamás avalar una decisión como la que tomaron los diligentes integrantes de la mesa directiva de la Liga Profesional.
En definitiva, mientras nos preparamos para los octavos de final del Clausura, los últimos días nos entregaron noticias de esas que preferiríamos evitar contar. El sistema está roto. Y nadie avizora un futuro promisorio si no se reconocen los errores. Negar la realidad y relativizar cualquier locura es tan peligroso como parte de una dinámica que se volvió normal en el fútbol argentino. Estamos en un momento en donde la capacidad de asombro nunca llega a su punto máximo. Siempre pasa algo que supera lo anterior. Es la triste realidad que tenemos en este deporte tan pisoteado últimamente. Es la pura verdad. La verdad que no se puede esconder. La verdad con la que tenemos que convivir. Aunque lo más difícil sea aceptar - como cantaba el Nano Serrat - que nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.





