Gallardo y un Superclásico como ninguno: qué se juega el DT de River ante Boca
El técnico más ganador de la historia de River está atravesando el peor momento de sus dos ciclos en la institución. El cruce frente al Xeneize puede ser una plataforma para resurgir o marcar el fin de su segundo ciclo.

Marcelo Gallardo atraviesa la peor crisis de sus dos ciclos como entrenador de River. La derrota con Gimnasia el pasado domingo fue sin dudas el momento más duro del Muñeco como DT del Millonario. Más allá de que no hubo nombres propios, el "que se vayan todos" que bajó de las cuatro tribunas del Monumental en parte fue para él.
Pese a que no discuten su idolatría, muchos hinchas piensan que debe haber un cambio en el banco de suplentes de cara a 2026 y cuestionan cada vez más sus decisiones. En este sentido, el Superclásico del próximo domingo a las 16.30 en La Bombonera puede ser un punto de inflexión: o le sirve como plataforma para recuperar la confianza de un equipo que hoy no da respuestas o es el último clavo en el ataúd de su segundo, y por ahora infructuoso, paso por el club de sus amores.
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En agosto del año pasado se produjo el regreso de Gallardo a River. Quizás más rápido de lo que muchos pensaban, ya que volvió apenas un año y medio después de aquella victoria ante Racing que indirectamente le dio la Liga Profesional 2022 a Boca y le puso punto final a su glorioso primer ciclo. La ilusión que trajo su retorno (y un segundo mercado de pases invernal con nombres como Marcos Acuña, Maximiliano Meza o Germán Pezzella) comenzó a difuminarse con la eliminación ante Atlético Mineiro de la Copa Libertadores del año pasado en una serie en la que el Millonario estuvo lejos de su rival en el juego y en el resultado.
A principios del 2025 la institución de Núñez invirtió casi 35 millones de euros en Sebastián Driussi, Lucas Martínez Quarta, Gonzalo Montiel, Kevin Castaño, Gonzalo Tapia, Matías Rojas, Giuliano Galoppo y Enzo Pérez; cifra que aumentó a 53 millones con las llegadas de Maximiliano Salas, Juan Carlos Portillo, Matías Galarza Fonda y Juan Fernando Quintero en invierno. River armó un plantel pensando en el gran anhelo de la Copa Libertadores, pero con la suficiente calidad y profundidad para pelear por los campeonatos locales y hacer un buen papel en el Mundial de Clubes.
Más allá de que hasta junio el equipo había perdido dos partidos en los 90 minutos, cada vez que estuvo en un momento definitorio, falló. En marzo perdió la Supercopa Internacional ante Talleres por penales; dos meses más tarde, por la misma vía, quedó afuera ante Platense de local del Torneo Apertura; un inesperado empate ante Monterrey y una posterior derrota frente al Inter lo eliminó del Mundial de Clubes en fase de grupos; Palmeiras amargó el sueño de la Copa Libertadores en cuartos de final e Independiente Rivadavia, otra vez desde el punto del penal, lo dejó afuera de la Copa Argentina.
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A pesar de que hubo algunos atisbos de que el equipo no mostraba solidez, como aquella serie ante Libertad por los octavos de la Libertadores, la debacle comenzó tras la eliminación frente al Verdão. Desde entonces el Millonario cayó en picada en el Torneo Clausura e hipotecó sus chances de clasificar a la próxima Copa Libertadores. Cosechó la peor racha de derrotas consecutivas desde 2010 y la sucesión de caídas como local más larga de los últimos ¡99 años!
Y en la volteada cayeron todos. Primero los jugadores, como es lógico teniendo en cuenta la magnitud del nombre que ocupa el banco de suplentes. Pero el último fin de semana frente a Gimnasia le tocó a Gallardo. Sin nombre propio, es cierto, pero con un "que se vayan todos" que lo incluyó.
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Boca, aquel rival que se le dio tan bien durante su carrera como técnico, volverá a ser un punto de inflexión en su carrera como técnico del Millonario. Se juega más que tres puntos y la posibilidad de llegar con chances de alcanzar el tan importante segundo puesto de la tabla anual en la última fecha; se juega su futuro. Porque más allá de que Stefano Di Carlo dio a entender en su discurso de asunción que el 2026 es con Gallardo, todavía nadie se anima a garantizar su continuidad y lo cierto es que al DT más ganador de la historia del club le quedarán cada vez menos argumentos para sostenerse en el cargo si pierde en La Bombonera.
Además, sus gestos en cada derrota, sus idas y vueltas en el armado del equipo, sus tensas conferencias de prensa, son síntomas de que las cosas no le están saliendo como planea y que, por ahora, no encuentra la manera de torcer el rumbo. ¿Podrá comenzar a hacerlo el próximo domingo?
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