Un ídolo suplente en River: ¿Enzo Pérez repite la (no) despedida del Gallardo jugador?
En 2010, el Muñeco sufrió cuando el entonces DT, Cappa, no lo hizo ingresar en su adiós ante Tigre. Quince años después, en una decisión sorpresiva en lo simbólico y futbolístico, Gallardo mantuvo en el banco en los últimos tres partidos a Enzo Pérez, que no seguiría en 2026.

Mezcla de las cataratas de derrotas en el final de Diego Simeone, los récords negativos de la segunda etapa de Leonardo Astrada y el abandono futbolístico y anímico que caracterizó al ciclo de Pipo Gorosito, los últimos dos meses en caída libre de River también apuntan a una coincidencia con el paso de Ángel Cappa, otro de los nombres relacionados con las etapas más negativas del club. Así como en 2010 Marcelo Gallardo no pudo despedirse como futbolista de River sobre el césped del Monumental por una decisión del ex técnico de Huracán, quince años después el Muñeco parece encaminado a tomar, ahora él como entrenador, una determinación similar -simbólica y también futbolística- con Enzo Pérez, el ídolo que no seguiría en River en 2026.
Gallardo siempre mostró su pesar por su (no) despedida como futbolista de River, al punto que, en una entrevista con El Gráfico en marzo de 2014 -o sea pocos meses antes de que asumiera como técnico en el club de Núñez-, lo eligió como uno de los dos días más tristes de su carrera junto a los silbidos que había recibido en un Argentina 2-Australia 0 de 1995 en la cancha de Quilmes, al inicio de su trayectoria. “Por no haber podido entrar. Sabía que era la última vez de verdad”, explicó en relación al River 1-Tigre 5 del 15 de mayo de 2010, por la última fecha del Clausura, cuando el Muñeco permaneció en el banco de suplentes los 90 minutos.
Entonces de 34 años y en su tercera etapa en el club (1993-99, 2003-06 y 2009-10), Gallardo quería retirarse como futbolista en River pero entendió que sería imposible bajo la presidencia de Daniel Passarella. Aunque muchos años atrás, con el Kaiser como entrenador de River y la selección, ambos habían tejido una gran relación -al punto que el Muñeco lo eligió como padrino de su hijo mayor, Nahuel-, para entonces el vínculo ya se había roto. Passarella había asumido la presidencia de River seis meses atrás, en diciembre de 2009, y el club -o sea también la barra brava y los técnicos que él eligiera- empezaban a responderle.
Un mes antes, el 17 de abril de 2010, contra Godoy Cruz por la 15a fecha, Los Borrachos del Tablón habían colgado la bandera “Muñeco Gallardo ortiva y golpista” porque el Muñeco no había cedido a las presiones de la barra para que el plantel le pagase un dinero que acallara las críticas a una campaña pésima que un año después terminaría en el descenso. El público, por fuera de la barra brava, ovacionó aquella noche a Gallardo, que fue el capitán, jugó con un extraño número 11 (el 10 fue para Ariel Ortega) y, aunque sufrió un desgarro sobre el final, completó los 90 minutos durante el triunfo 2 a 1 de River.
El Muñeco, sin embargo, acababa de jugar su último partido como futbolista del club de Núñez tras 306 encuentros, 71 goles y ocho títulos. Por el contrario, aquella noche marcó el debut de Cappa como técnico de River en reemplazo de Leonardo Astrada, que venía de perder cuatro partidos seguidos -Boca, Argentinos, Lanús y Newell’s- y un empate ante Atlético Tucumán, una racha desastrosa que River repite recién ahora, 15 años después. Los más memoriosos recordarán que, en aquella despedida del Muñeco, para Godoy Cruz jugaban dos futbolistas que luego serían clave en su primer ciclo como técnico: Carlos Sánchez y Ariel Rojas.
En las cuatro fechas que restaban para que terminara el Clausura 2010, mientras Gallardo se recuperaba de su desgarro, Cappa le dio a entender que no lo tendría en cuenta para el semestre siguiente. Fue entonces que el Muñeco llamó a una conferencia de prensa el jueves 13 de mayo, dos días antes del partido ante Tigre en el Monumental, para comunicar su alejamiento. Técnicamente no era el final de su carrera sino de River porque, en la temporada siguiente, el Muñeco sumaría un último paso por Nacional de Montevideo, pero igual se trataba de un momento conmovedor. “Jugar mi último partido en River me llena de nostalgia y angustia. Las dos veces que me fui, sabía que iba a volver. Hoy sé que no. Es un ciclo cumplido”, dijo.
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Según contó el entonces 10 en el libro “Gallardo Monumental”, de Diego Borinsky, Cappa le ofreció ser titular contra Tigre para despedirse del público pero el propio futbolista, que no había jugado en las tres fechas anteriores -ante Estudiantes, Vélez y Racing-, le respondió que tenía miedo de lesionarse y que prefería entrar en los 25 minutos finales. El Muñeco también contó otra infidencia de la previa de aquel partido ante Tigre: que, en vez de una charla técnica en el vestuario, Cappa no dijo nada del rival sino que les pidió a sus futbolistas que estuvieran a la altura del último partido de Gallardo: “Háganle un homenaje”, palabras más, palabras menos.
El Muñeco tenía una sensación ambivalente: le dolía que el técnico le marcara la puerta de salida del club pero al menos sentía que valoraba su carrera. Ya el sábado 15 de mayo, antes del partido, aunque su relación con Passarella estaba quebrada, el presidente bajó al césped y le entregó una plaqueta de reconocimiento a Gallardo, que vestido por última vez como jugador de River escuchó el “Muñeeeco Muñeeeco” de la gente y lloró.
El problema fue que aquel River que coleccionaba récords negativos -otra coincidencia con el actual- se fue al descanso con una insólita goleada en contra: Tigre ganaba 5 a 0 al final del primer tiempo. Cappa ensayó entonces dos cambios, los ingresos de Diego Buonanotte y Rodrigo Rojas. Ya en el complemento, Rogelio Funes Mori descontó para el 1 a 5 que sería final pero, a los 22 minutos del segundo tiempo, cuando se suponía que Gallardo entraría, se lesionó un defensor, Alexis Ferrero, y Cappa decidió el ingreso de otro central, Nicolás Sánchez, por lo que el Muñeco no jugaría ningún minuto: se despidió en el banco de suplentes.
Cappa le pediría perdón y le explicaría que nada había salido como esperaba. A Gallardo le dolió pero siempre aclaró que no se quedó con rencor con el entrenador: entendió que había sucedido algo fuera de lo normal. “Fue un partido fatal, nadie pensó que Tigre podía meternos tres goles en 15 minutos en el Monumental. Su explicación de que no merecía jugar mi último partido en River con un resultado tan adverso fue lógica. No le guardo rencor, el sentimiento fue más de tristeza que de otra cosa”, dijo en 2014. Lo que nadie reparó aquella noche fue que, antes de pasar a Nacional -donde terminaría su carrera como jugador y empezaría la de entrenador en 2011-, Gallardo dijo proféticamente: “Volver como técnico es una ilusión”.
Ninguna situación es igual a la otra -aquel River de finales de Clausura 2010 no competía por ningún objetivo puntual, ni siquiera por entrar a las copas internacionales, o mejor dicho sólo necesitaba sumar puntos para la tabla de promedios, aunque por entonces el descenso parecía un asunto lejano-, pero 15 años después Gallardo parece estar del otro lado, en el lugar de Cappa: esta vez es el Muñeco el que, salvo el improbable caso que River vuelva a jugar como local en lo que queda de 2025, no le permitió a Enzo Pérez despedirse del Monumental.
Posiblemente el último ídolo de River -en una época en que las idolatrías son difíciles porque los jóvenes se van rápido y los regresos, al menos en el club de Núñez, no suelen estar acorde a las expectativas-, el mendocino seguramente se irá de River a fines de este año, o sea en los próximos días. Ya con 39 años y a punto de cumplir 40 -será en febrero-, su contrato termina el 31 de diciembre y, aunque es posible que en 2026 juegue en Deportivo Maipú -el club en el que se formó y en el que jugó su padre-, en los últimos tres partidos comenzó a despedirse de River en el banco de suplentes. Salvo que River avance a las instancias finales del playoff del Clausura y reciba a un rival peor clasificado, el Monumental ya no podrá ovacionarlo.
En cierta forma, Enzo pasó una situación parecida en 2023, al final de su primer ciclo en Núñez: incluso antes de su pelea con Martín Demichelis, el mendocino sabía que se alejaría de River en diciembre. Pero a diferencia del Muñeco, Demichelis –que tardó en pedirles perdón a los jugadores por su off the record con periodistas- siempre lo puso de titular. Gallardo, en cambio, llevó a Enzo al banco de suplentes en los últimos tres partidos y no lo hizo ingresar ningún minuto.
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Vigente en Estudiantes y victorioso ante Boca en 2024 -mostró incluso un enorme tatuaje de River en su espalda tras un triunfo del Pincha ante el Xeneize-, Enzo regresó a Núñez a inicios de 2025 para reforzar a un equipo que, primero con Demichelis y luego con Gallardo, nunca encontró un volante central que lo reemplazara. Pasaron Rodrigo Villagra, Nicolás Fonseca y Matías Kranevitter y ninguno dio el nivel. De las divisiones inferiores tampoco surgió ningún reemplazante acorde.
En los primeros nueve meses y medio del 2025, Gallardo le dio la titularidad y muchas veces la capitanía: Enzo era un inamovible. Pero, extrañamente, en la serie más importante del año, algo se rompió: el técnico lo reemplazó a los 45 minutos en la ida ante Palmeiras, en Núñez, y lo mandó al banco de suplentes para la revancha en San Pablo, cuando el Muñeco eligió de titular a Juan Carlos Portillo, refuerzo a mitad de año. El ex-Talleres pidió el cambio a los 27 minutos y entonces entró Enzo, que jugaría sus últimos minutos en River al menos hasta ahora. Fue el 24 de septiembre.
El mendocino sufrió un enorme corte en su rodilla izquierda, perdió sangre y, aunque debería haber salido, se quedó hasta el final. Luego fue cosido con siete puntos de sutura y se perdería los siguientes cinco partidos: ante Riestra, Racing (Copa Argentina), Central, Sarmiento y Talleres. Volvió a estar en los concentrados para las últimas tres presentaciones, contra Independiente Rivadavia (Copa Argentina), Gimnasia y Boca, pero sorpresivamente no fue titular ni entró en ningún encuentro. Permaneció los 270 minutos en el banco de suplentes.
Más allá de la cuestión simbólica -el partido ante Gimnasia fue muy posiblemente su adiós al Monumental y su historial contra Boca es positivo-, la decisión de Gallardo también sorprende por lo futbolístico: Portillo nunca justificó su titularidad en la cancha -más bien lo contrario-, Kevin Castaño -uno de los principales apuntados por la hinchada- completó varias veces los 90 minutos a pesar de presentaciones muy livianas, como ante Gimnasia, y cuando se lesionó un mediocampista en el primer tiempo -Maximiliano Meza frente a Boca-, Gallardo apostó por el todavía inclasificable Matías Galarza.
Este jueves se cumplieron dos meses del comienzo de la descomposición de River: el 12 de septiembre, el equipo de Gallardo venció 2-1 a Estudiantes en La Plata tras una de sus mejores actuaciones en el año y nada hacía prever que le seguiría una racha increíble de ocho derrotas, un empate (que en la práctica fue eliminación por penales ante Independiente Rivadavia) y sólo dos triunfos. Aquella noche, también, fue la última vez que Gallardo apostó de verdad por Enzo Pérez: capitán, titular y 76 minutos en el campo de juego.
Luego, abruptamente, el Muñeco dejó de darle confianza: lo sacó a los 45 minutos ante Palmeiras y lo mandó al banco de suplentes en Brasil. Causalidad o no, River sin Enzo empezó a perder. Es posible que, ante la ausencia de Castaño ante Vélez este domingo, Pérez regrese en Liniers. Pero será como un parche, lejos de la gloria que construyeron juntos, y lejos también del Monumental.
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