El Chelsea de Enzo Fernández vuelve a soñar con ser el mejor equipo del mundo
El equipo londinense sigue en búsqueda de rendimiento alcanzado en la primera parte del siglo, desde la llegada de Gianluca Vialli en adelante. Quieren volver a ser una potencia mundial y repetir la consagración en el Mundial de Clubes.

El Chelsea de Enzo Maresca no brilla por lujos ni jugadores estrellas, sino por método. Desde su arribo a Stamford Bridge el 28 de mayo de 2024, el técnico italiano emprendió una reconstrucción estructural: desarmó un plantel repleto de talento desordenado y rearmó un equipo que prioriza el control, la posesión y la coordinación táctica. En poco más de un año, el ex entrenador del Leicester logró estabilizar el juego del conjunto londinense, diseñar un modelo reconocible y devolverle competitividad a un club que venía de años erráticos. Lo demostró al llegar a la final de este Mundial de Clubes sin figuras rutilantes, pero con un plan específico: dominar la tenencia, organizar la presión y fomentar un juego racional, colectivo y adaptable.
ADN Maresca: el Chelsea como laboratorio táctico
Maresca asumió con una misión clara: restaurar la identidad de juego. Desde el comienzo, su equipo adoptó una estructura basada en el 4-2-3-1, que en fase ofensiva se transforma en un 3-2-5. La idea central: construir desde la posesión, generar superioridades desde el fondo y atacar con amplitud sostenida. La pelota como guía, el orden como principio innegociable.
La presencia de laterales por dentro es uno de los sellos más notorios. Tanto Marc Cucurella como Malo Gusto alternan posiciones interiores para facilitar la circulación. El doble pivote Moisés Caicedo-Roméo Lavia jugó buena parte de la temporada y dio estabilidad y filtro, mientras que Enzo Fernández y Cole Palmer flotaron entre líneas. Pero el mediocentro ecuatoriano dio claras muestras que puede hacer solo la función, si el resto del equipo le respeta y no pone en disputa innecesaria la pelota. El equipo comenzó a perecerse más a un 4-1-4-1 En ofensiva, Nicolas Jackson ofrece ruptura y fijación, y la irrupción de Joao Pedro le suma un nivel más de eficiencia goleadora. El Chelsea de Maresca no es explosivo desde lo sistemático - eso lo aportan las características específicas de cada individualidad-, pero sí estructurado: busca progresar con pases cortos, atraer presión y castigar con tercer hombre; cuando rompe líneas de ventaja ya no vuelve atrás.
Fase ofensiva: construcción desde atrás y ataque posicional
En salida, el equipo arma un 3+2 con uno de los laterales cerrando junto a los centrales y el doble pivot al frente. El objetivo: superar la primera línea rival con paciencia. El pase interior a Enzo o Palmer rompe líneas y habilita asociaciones. Cuando la presión rival se intensifica, el Chelsea no improvisa: mantiene sus patrones, espera el momento y lanza en profundidad a los extremos o al delantero.
La fase de progresión se caracteriza por la ocupación racional de los espacios. El 3-2-5 permite amplitud total con extremos muy abiertos y mediapuntas móviles. En ese contexto, Palmer se volvió una pieza clave: recibe, gira y conecta. Los ataques no son vertiginosos, pero sí sostenidos. Se prioriza el control sobre la aceleración.
En zona de finalización, el equipo busca desbordes por fuera o rupturas interiores. Jackson es el punto de apoyo, pero los goles pueden llegar desde cualquier línea. El uso de los carriles interiores es constante: Enzo Fernández pisa el área, Caicedo aparece en segunda jugada, y los extremos atacan el segundo palo.
Todos los goles del Chelsea en la previa a la final del Mundial de Clubes

Transiciones y fase defensiva: presión coordinada y bloque medio
Al perder el balón, el Chelsea activa una presión alta inmediata. Palmer y Jackson van sobre los centrales, los interiores cierran líneas de pase y los laterales presionan hacia adentro. El equipo intenta recuperar en campo rival o forzar pelotazos. Esta fase fue clave en partidos como el triunfo ante Wolves (6-2), donde recuperó 14 veces en campo contrario.
Cuando la presión no surte efecto, el equipo repliega en 4-4-2 o 4-1-4-1. El bloque medio es compacto, con Caicedo como ancla. En esta fase aparecen algunas dudas: el retroceso no siempre es coordinado y los espacios entre líneas pueden ser explotados. Ante rivales que atacan en transición rápida, como el Manchester City, el Chelsea ha sufrido.
La defensa posicional es sólida cuando el rival ataca en estático: los centrales controlan bien el área y los laterales ganan duelos. Pero el equipo aún trabaja en el equilibrio entre presión y cobertura.
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El proyecto Chelsea-Maresca: una idea a largo plazo que ya está dando frutos
El Chelsea volvió a ser reconocible y validó su buen presente con el título de Conference League y la clasificación a Champions de la temporada que viene. Maresca construyó un equipo competitivo, moderno, estructurado y con Enzo Fernández como líder indiscutido. Apostó por la posesión, la presión y el control. Priorizó la táctica sobre la improvisación. En un club históricamente impulsivo, Maresca representa continuidad, método y trabajo de laboratorio.
Su desafío inmediato es convertir ese orden en más títulos. Pero más allá del resultado, su Chelsea ya dejó huella: no es un equipo de ráfagas, sino de estructura. No brilla por momentos, sino por patrones. No depende de un genio, sino de un juego colectivo bien ejecutado.
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