El PSG de Luis Enrique: señales de un equipo destinado a hacer historia
El equipo parisino quiere cerrar una temporada histórica con la conquista en el Mundial de Clubes y muchos se preguntan si es el inicio de un equipo de época.

Así puede resumirse el giro que protagonizó el París Saint-Germain desde la llegada de Luis Enrique: un equipo que ya no se define por las estrellas sino por el sistema. En poco menos de una temporada y media, el técnico asturiano transformó a un conjunto marcado por individualidades en una estructura sólida, proactiva y voraz, capaz de dominar Europa y el mundo desde el juego colectivo. Lo confirmó en la final de la Champions League con un aplastante 5-0 contra el Inter, y lo reafirmó estando en la final del Mundial de Clubes, después de un 4-0 categórico ante el Real Madrid en semifinales. Pero ese impacto no es sólo una cuestión de resultados: está sustentado por una idea, una ejecución clara y una sinergia táctica que define al PSG como uno de los proyectos más evolucionados del fútbol actual. ¿Marcará una época?
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El nuevo modelo PSG: de la anarquía creativa al orden funcional
Luis Enrique heredó un club con historial de estrellas, pero sin una identidad. Su apuesta fue tajante: convertir al PSG en un equipo, y el último escollo era, paradójicamente, Kylian Mbappé; uno de los mejores jugadores del mundo. "¿Creo que lo voy a mejorar (el funcionamiento del PSG sin Mbappé)?, sin ninguna duda. Porque el hecho de tener un jugador que se movía por donde él quería implica que hay situaciones de juego que yo no controlo. El año que viene las voy a controlar todas; todas, sin excepción", dijo Luis Enrique en una entrevista.
Lo hizo desde un 4-3-3 flexible, con líneas altas, circulación paciente en salida, amplitud sostenida por extremos muy abiertos y una presión estructurada como base de todo. No se trató de borrar el talento, sino de integrarlo en un funcionamiento colectivo. El resultado fue una formación con gran capacidad para generar superioridades desde la distribución, recuperar alto y atacar con múltiples intérpretes.
El cambio fue cultural y táctico. Luis Enrique recuperó nociones clásicas del juego de posición de la clásica escuela de Barcelona: ocupación racional de los espacios, amplitud como norma y prioridad por los pasillos interiores para progresar. La movilidad del tridente ofensivo con Ousmane Dembélé, Bradley Barcola, Khvicha Kvaratskhelia o Désiré Doué, se articula con un mediocampo asociativo, donde Fabián Ruiz, Vitinha y Joao Neves se convirtieron en un medio campo temible y los laterales Hakimi y Nuno Mendes aportan vértigo e imprevisibilidad.
Fase ofensiva: construcción, progresión y finalización
El PSG comienza sus ataques desde la base: Marquinhos y Willian Pacho como centrales, Donnarumma como lanzador ocasional y laterales (Hakimi y Mendes) que ofrecen amplitud o se cierran según la jugada. El equipo busca generar superioridades numéricas en la primera línea, atraer presión y liberar espacios más adelante. Uno de los patrones más utilizados: Fabián Ruiz retrocede a zona de pivote, Vitinha se mueve entre líneas y se construye un 3+2 para progresar.
La progresión prioriza el pase corto y la circulación paciente, pero cuando hay posibilidad de acelerar, lo hacen. La amplitud de extremos es clave: Doué o Kvaratskhelia fijan al lateral rival y abren caminos internos. Luis Enrique fomenta el 1 contra 1: los duelos son parte del plan, no una excepción. En ese punto, el talentoso georgiano es esencial: vertical, desequilibrante, con capacidad de centrar tras desborde o atraer rivales para habilitar al lateral.
En zona de finalización, el PSG no depende de un goleador: Hakimi, Barcola, Vitinha, Fabián Ruiz, Nuno Mendes, incluso los centrales en jugadas de balón parado, todos participan. El equipo ataca con cinco o seis hombres, mantiene tres en cobertura y siempre busca amplitud y ocupación racional. Los goles en la final de Champions lo reflejan: ninguno fue producto de jugadas aisladas, sino del sistema.
Todos los goles del PSG en la previa a la final del Mundial de Clubes

Fase defensiva: presión alta y bloque compacto
La presión es el alma del PSG versión Luis Enrique. Desde la pérdida, el equipo se activa con mecanismos trabajados: el delantero más cercano presiona al portador, los interiores saltan sobre opciones de pase y los extremos se cierran hacia el carril central. El objetivo: obligar al rival a jugar largo o forzar errores. Ante el Real Madrid en semifinales del Mundial de Clubes, recuperó el balón 17 veces en campo rival en el primer tiempo.
Cuando no puede presionar alto, el PSG repliega en un 4-1-4-1 o incluso 4-4-2, con Vitinha y Joao Neves cerrando espacios por dentro y los extremos colaborando. La intensidad defensiva no es negociable: ninguno tiene licencia para caminar. La línea defensiva, además, juega adelantada, lo que permite achicar espacios y sostener la presión.
La coordinación en los retrocesos es notable. En transición defensiva, Hakimi y Mendes retroceden a máxima velocidad para compensar la altura asumida en ataque, los centrales cubren espacios laterales y Donnarumma actúa como líbero. Teniendo en cuenta los seis partidos del Mundial de Clubes, previos a la final, promedió 12 segundos como tiempo de recuperación de pelota.
El estilo frente a los gigantes: Inter y Real Madrid
En los dos partidos más importantes del semestre (final de Champions y semifinal del Mundial de Clubes), el PSG aplicó su plan sin fisuras. Al Inter lo desbordó desde el juego interior, con Vitinha y Fabián asociándose ante un bloque medio estático. Al Real Madrid, lo asfixió desde la presión alta, forzando errores de salida y controlando la segunda jugada.
Ante ambos, mantuvo su identidad: dominó posesión, presionó tras pérdida, fue profundo por bandas y compacto sin balón. Lo notable es que lo hizo sin renunciar a su plan, incluso frente a rivales con armas para castigarlo en transición.
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¿El PSG puede ser un equipo de época?
Sí, puede llegar a serlo. Ahora es una máquina de demoler rivales, no importa su dimensión o historia. Hizo parecer la final de la Champions un simple juego de fase de grupos ante un ignoto rival, o le dio la paliza de la temporada a un Real Madrid renovado y con Xabi Alonso en el banco, un joven entrenador que revolucionó la Bundesliga con el Bayer Leverkusen.
La temporada 2024/25 del PSG fue una demostración cabal de que podemos estar ante un equipo para la historia; pero, por ahora, ha sido un año superlativo y lleno de títulos. El por qué un equipo queda impreso en la retina de la afición del mundo sigue siendo un misterio y excede los títulos, la Naranja Mecánica, con una sola Copa de Europa, es un ejemplo claro. Pero, por ahora, todos nos sentamos a disfrutar cada vez que juega el PSG.
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