En Boca todo se hace a dedo. Y nada está claro. El dedo apunta y decide. Se mantiene en la oscuridad pero es el que señala, el que manda, el que -valga la redundancia- digita, como buen dedo que es. Es el dedo de Riquelme, claro (no el de Chanchi, que se ocupa de otras cosas), el de Juan Román, el dedo de Dios. Y las consecuencias de este manejo a dedo es este presente dramático en el que el equipo siempre está un poco peor. Hoy, está 13 de 15 en su grupo y fuera de la Copa otra vez, hasta del repechaje, y eso que todos jugaron para Boca. Todos menos Boca, por supuesto, como desde hace rato.
Hay que ver qué decide hacer el dedo de Dios con Russo. O qué le manda hacer a Russo que haga. Antes de Atlético Tucumán, le mandó sacar a Delgado -que iba a jugar-, poner a Battaglia de 2 -le habían prometido que iba a jugar de mediocampista- y descongelar a Fabra para jugar por Blanco, que venía siendo uno de los mejores (o de los menos malos). Esta vez, contra Huracán, reaparecieron Blanco, Belmonte y Delgado -titular luego de mucho tiempo-, y tipos que habían sido titulares en Santiago, como Braida o Fabra, no entraron un solo minuto. Así son las cosas en Boca. De nada a titular o de titular a nada en tres días. Y nadie puede hacer nada, porque el dedo manda. Tal vez ahora le señale a Russo la puerta de salida, como se la señalará al Consejo antes del clásico con Racing, dentro de dos semanas. Sí, el Consejo desaparecerá como tal porque Riquelme tiene que llegar con algo a la Bombonera. A falta de un buen refuerzo, la salida de estos tres pseudovillanos que en realidad no tienen nada que ver con lo que sucede pero que en el imaginario popular son culpables. Sobre todo para aquellos que aún se niegan a responsabilizar el presidente, que cada vez son menos.
La insólita salida de Merentiel en Boca vs. Huracán

Russo debería irse ya mismo. Por él y por Boca. Para que quede al descubierto esta farsa que es su presencia en el banco. No parece muy terapéutico este regreso, no se lo ve bien. Desde adentro, empiezan a brotar versiones alarmantes que luego se confirman en los hechos. Confusiones, olvidos, tal vez lógicos de cualquier momento de presión y mucho más en estas circunstancias que le toca afrontar a Miguel, una batalla desigual. Lo del entretiempo fue otro papelón histórico. Giménez esperaba para entrar, a un costado, pero en la cancha ya había 11 compañeros. Hasta que le avisaron a Merentiel que era quien debía salir. Quién sabe, tal vez se les pasó avisarle. El uruguayo, incrédulo, metió un pique hacia el vestuario, caliente. No se quedó en el banco a destilar su furia, que sería absolutamente lógica. ¿Cómo lo van a sacar a Merentiel y dejar al fantasma de Cavani? Para estupor de todos, un rato después se fue el bueno de Edi para que entrara Zenón (por derecha, obvio, nunca en su puesto). Giménez, entonces, quedó como único 9 con el equipo en desventaja. Giménez, que no jugaba desde el Mundial de Clubes y que venía de una lesión, pasó a ser entonces la principal esperanza de gol. ¿Hay algo con menos sentido? Russo explicó en conferencia que fue un "problema de papeles" y es cierto: se quemaron todos, pero todos los papeles.
Boca jugó otra vez a nada, pero un poco peor. Salvo Marchesín, que salvó tres o cuatro pelotas que podían haber abultado la derrota, esta vez ninguno estuvo a la altura. Ni Paredes, con lo distinto que es. Para los que pedíamos a Delgado, cabe aclarar que el pibe no tuvo un buen partido aunque es difícil tenerlo en este contexto donde muchos tienen miedo de jugar. Alarcón, por ejemplo, que pierde solo la pelota. Velasco, por ejemplo, que recibe un pase limpio y vertical pero la pelota le rebota tres metros y le va derecho a un rival. O Advíncula, que no desborda más. O Belmonte, que nunca jugó bien. O Cavani, que quiere jugar de todo y no juega de nada: como 9 es un chiste, se hace el guapo y patea jugadores en el piso. Y bueno, ya que le pifia a a la pelota, a algo hay que pegarle.
El DT se hizo cargo "de todo" en la conferencia y les pidió "perdón a los hinchas". No está mal como mensaje -es mejor que andar llorando foules inexistentes como en la eliminación frente a los tucumanos, pero no le corresponde. Aun con sus indudables responsabilidades, Miguel está por debajo de Riquelme en la jerarquía. El máximo culpable de esta ruina impresentable en la que nos hemos convertido es Román, el tipo al que unos pocos, el jueves, mandaron a "la concha de su madre" en la puerta de la Bombonera, el patio de su casa. Fueron poquísimos, sí, pero eran la voz de muchos en una escena surrealista. ¿El máximo ídolo de la historia puteado? Pues sí.
Esta es la peor racha de la historia, dicen los estadígrafos: 11 sin ganar a lo largo de tres largos meses. Para un equipo que responde al mote de Sportivo Ganar Siempre, una eternidad. En el medio le ganó por penales a Lanús, pero ni siquiera vale la pena dar la discusión con los amantes de los números (los partidos también se ganan por penales, ¿o acaso a Boca no le dieron la Intercontinental contra el Milan?). Pero en serio, no tiene sentido la polémica porque Boca es un horror y el último técnico que ganó en los 90' fue Gago. Pasó el miniciclo interino de un Herrón al que Riquelme en su delirio místico soñó con llevar al Mundial de Clubes, llegó Russo y el equipo no pudo ganar ninguno de sus siete partidos (incluido uno contra la selección de Ferreteros, Cocacoleros & Afines).
Así fue la victoria de Huracán sobre Boca

Los voceros del presidente dicen que desarmará al Consejo (no queda claro si despedirán a los empleados que lo componen), pero en una determinación mínima y de sentido escaso. Haría bien Román en echar al impresentable de su hermano, contra quien ahora se agrega una denuncia por violencia de género sufrida por una dirigente del club en Estados Unidos. Los chats privados que se filtraron quedan precisamente en el ámbito de lo privado, aunque el escenario haya sido una oficina del club, que como todos sabemos, es de los socios, pero de algunos más que de otros. Debería echarse él también, Román, y pedir perdón por todo el mal que nos está causando. Por la pérdida de prestigio. Por este plantel pobre. Por estos dos años sin Copa que pueden llegar a ser tres. Por la utilización descarada de hombres del club para salvar el culo propio. Por su falta de códigos, por su empatía ausente, por su carencia de escrúpulos. Por todos estos resultados de una gestión anárquica y desprofesionalizada, la gestión a dedo. Riquelme, muchachos, tiene el dedo de Dios. ¿Y saben qué? Nos hace molinete.
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