La tarde de la Bombonera estuvo llena de símbolos, pero acaso ninguno tenga un significado mayor que la suelta de globos al cielo. Allá fue Miguel Ángel Russo, y acá abajo quedaron Úbeda en el banco y Paredes en la cancha. Un Paredes estremecido, tocado emocionalmente, con la mirada acuosa y buscando a su alrededor un abrazo de consuelo en medio de semejante orfandad. El 18 de octubtre de 2025, poco antes de las seis de la tarde, con una tribuna unida como hacía tiempo no estaba y el "ni la muerte nos va a separar" tronando como un himno obligatorio, este Boca cortó el cordón umbilical que lo unía a su técnico. Hasta en la formación fue su técnico. Porque así lo anunció la voz del estadio. Y porque así se veía en las pantallas gigantes.
Es muy difícil, tal vez, desagregar el partido de estas emociones de piel erizada. Es difícil abtraerse de los trapos, de la camiseta rumbo a la eternidad de los cielos, del "siempre te recordaré con una sonrisa, amigo" que colgaba del palco de Riquelme, del agradecimiento para siempre que atravesaba la bandeja de La Doce. Sin embargo, con la crudeza de los mandamientos que no se discuten, Boca sabe que el show debe continuar. Y la tarde, que había empezado entre lágrimas, terminó con un nudo en la garganta, con la gente tragando veneno, entre murmullos que no pasaron de eso, algún aplauso aislado y la mirada en el día después que está lleno de incertidumbres. Y con River en el horizonte, como recordó la gente al final.
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Si el fútbol para César Luis Menotti era "un estado de ánimo", habrá que reconocer que en este club es una montaña rusa de emociones. O una montaña Russo. De aquellos cantos del comienzo, del silencio y los aplausos, del respeto y el reconocimiento a Miguelo, Boca tardó apenas 25 segundos en meterse en partido y en provocar la primera atajada de la tarde del arquero de Belgrano. Fue una muy buena jugada de Merentiel con Barinaga y el remate del uruguayo que terminó desviando Cardozo. O sea: el equipo entendió perfectamente que el tiempo de los homenajes se había terminado y que había que seguir con la pelotita. Un par de horas después, los hinchas bajaban las escaleras con bronca porque el mismo Boca que le había metido cinco a Newell's (y que antes había perdido con Defensa y empatado con Central Córdoba) sigue siendo una moneda al aire que no da garantías en su vida vertiginosa.
Si contamos las llegadas claras-claras, es imposible justificar el resultado. Aparte de esa primera de Merentiel y del gol de Zeballos, Boca tuvo en el primer tiempo otras dos de Miguel -en ambos casos servido por Palacio- y dos de Giménez. Y en el segundo, un mano a mano de Merentiel que salvó el arquero, el cabezazo al travesaño de Giménez y tres desbordes en los que nadie llegó a empujarla. Hablamos de entre ocho y diez opciones importantes, pero Boca perdió 2-1 por un penal y un gol en contra. En una situación normal, sin contexto, hubiera sido para despedir al equipo con aplausos y mantener altas las esperanzas. Pero la cantidad de frustraciones que acumula este plantel hace que la paciencia esté una vez más al límite. Y en un momento muy delicado, en la cornisa de la tabla para entrar a los playoffs, con la clasificación a la Libertadores 2026 lejos de asegurarse -hoy estamos en puestos de Sudamericana- y con unas cuantas dudas internas y algunas certezas que no son nada buenas.
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Aguirre volvió a jugar mal y ya está para salir (al menos Zeballos levanta a la gente), no hay arquero -Marchesín definitivamente no lo es-, Palacio es demasiado intermitente, Cavani nunca está cuando se lo necesita -y cuando está, lo preferimos afuera- y el recambio es cortísimo. Si Úbeda hubiera dispuesto la salida de cualquiera de los dos 9, no tenía cómo reemplazarlo. Si Paredes hubiera sentido la fatiga del viaje con la Selección, el equipo se habría quedado sin fútbol. No tener al menos dos o tres suplentes de jerarquía habla de lo muy mal armado que está el plantel. En estas condiciones, aspirar a ser campeón es poco menos que utópico y el objetivo más a mano es clasificarse a la Copa para luego sentarse a pensar seriamente en un proyecto 2026 que incluya un cuerpo técnico y jugadores a la altura del club. Úbeda será un maravilloso ser humano que le hizo el aguante a Miguelo hasta el último segundo de vida, pero es un perdedor compulsivo al costado de la línea. Y hay en el plantel una mesa de liquidación de jugadores que no serían aceptados ni en una feria americana.
La muy emotiva despedida a Miguel quedará en el recuerdo como una de las más grandes de la historia. Ahora, ya mismo, el presente llama dar la cara y a poner el cuerpo. Por él, si se quiere. Y por Boca, claro. Que fue una de las razones de su vida y que es la de todos nosotros. Acá estamos, solos y sin red. Todos. Hay que honrar a Boca. Es una obligación. Así lo entendió él, así lo supimos siempre. Y hoy es el primer día del resto de nuestras vidas. A vivir, entonces. Y a ganar, muchachos. Nada de merecer o no merecer, no hay más tolerancia, no hay más tiempo para excusas. A ganar y basta.
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