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Los cuatro partidos que Vilas destacó como los mejores de su carrera

En el día del cumpleaños 73 de la leyenda del tenis argentino, repasamos sus triunfos contra Jimmy Connors en la final del US Open y en la fase de grupos del Masters de 1977, su batacazo ante Bjorn Borg en 1980 y la paliza que le propinó a John McEnroe en Buenos Aires por la Copa Davis.

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Por Matías Besana
Guillermo Vilas ganó 62 campeonatos de tenis, 16 de ellos en 1977
Guillermo Vilas ganó 62 campeonatos de tenis, 16 de ellos en 1977.

Días más tarde de su primer gran triunfo, Guillermo Vilas detestaba a una persona: detestaba a Guillermo Vilas. Haber ganado el Torneo de Maestros de 1974, éxito que regó de tenis a la Argentina, no sació su voracidad. “Soy perfeccionista. Lo imperfecto me desagrada. Me odio porque conozco mis posibilidades y veo que todavía no las agoté. Vivo con la rabiosa certeza de que dependo de cosas que no son yo mismo. Cuando todo el mundo me alababa y los chicos me hacían su ídolo, me sentía mal, disconforme”, reflexionó con la gratificación corriéndole por el cuerpo y el alma tras la victoria ante el rumano Ilie Nastase. Durante su carrera, el marplatense jugó 1201 partidos y ganó 951. Él colocó la altura de la vara y destacó sus cuatro mejores presentaciones. 

Al fin: el número 1, al vencedor

Vilas aterrizó en Nueva York con un nombre en la mente: Björn Borg. El sueco se había ausentado de Roland Garros 1977, en el que el bonaerense se consagró campeón tras perder solo tres games en la definición ante Brian Gottfried, y el sudamericano quería doblegarlo para confirmar que esta era su temporada. Sin embargo, el hombro derecho de la imperturbable máquina escandinava dejó de funcionar en la cuarta ronda. Con el sendero desprotegido, Vilas barrió a Harold Salomón en las semifinales y llegó al último capítulo sin ceder sets. Su rival, Jimmy Connors, defensor de la corona, tampoco

El criollo eligió el barrio de Harrington para descansar en la Ciudad que nunca duerme. El lugar exacto para construir un plan contra Connors, quien lo había superado por 6-4, 6-2 y 6-1 en las semifinales de la edición anterior, lección con la que realizó una radiografía: “Hay que admirar la velocidad de sus piernas y su mentalidad ganadora. Pega saltando de frente y permanentemente busca tomar a la pelota cuando ya comienza a subir, no cuando está en su punto más alto. Eso le da una agresividad terrible y sus golpes tienen una profundidad constante”. El rumano Ion Tiriac, coordinador de cada latido del zurdo, le recetó el antídoto para las virtudes de su oponente: “Guillermo debe posicionarse bien pegado a la línea de base de la cancha para que no retroceda y pierda potencia. Además, tiene que bajar la pelota y jugarla por el medio para que no pegue”

Guillermo Vilas, campeón del US Open (@usopen)

Guillermo Vilas, campeón del US Open (@usopen)

El 11 de septiembre de 1977, el Poeta corrió media hora para relajarse, almorzó carne, legumbres, ensalada y jugo de naranja y ensayó impactos con slice durante 40 minutos. Cuando ingresó al polvo de ladrillo verde del West Side Tennis Club de Forest Hills, las 12644 personas presentes en el recinto principal lo aplaudieron con mayor fervor que a su compatriota (tras el partido, Connors prometió que se iría a vivir a Mónaco). Luis Hernández, cronista de El Gráfico, relató que ambos cometieron “errores groseros” en el amanecer del cruce. No obstante, el local sorteó mejor la crisis, comenzó a dirigir sus envíos a los flejes y se anotó la primera manga por 6-2. Luego de un inicio en el que los nervios lo “tenían atado” y en el que “no podía acertar a la pelota”, Vilas adoptó una postura de ataque y embolsó el segundo parcial por 6-3: “Empecé a soltarme y lo que realmente hice bien fue sacar. Creo que nunca conseguí tantos aces. Eso fue fundamental para mantenerlo en el fondo”.

Tercer set. Tiempo de definición. El vernáculo quebró en el alba, tomó ventaja de 4-1, pero de nada le sirvió. En el décimo game, Vilas sirvió con el marcador 15-40: un saque ganador y un revés que forzó el error en la red de su colega lo rescataron; dos derechas voladas le regalaron la paridad. “Empecé a jugar de contraataque y a darme cuenta en qué pelota se adelantaría y a cuál lugar. Entonces, pude preparar el passing más rápido y esquivarlo seguido”, reveló el argentino, quien desorientó al norteamericano intercalando la velocidad y altura de sus disparos, se llevó el tie-break por 7-4 y sintió que había quebrado psicológicamente a su contrincante. A continuación, fue un torbellino: “La única vez que estuve ansioso fue cuando iba 5-0 y 40-0 en el último set”. Tras tres puntos para festejo malogrados, el drive paralelo de Connors picó centímetros afuera. El marplatense saltó, aguardó por la decisión del juez -que demoró el fallo para tener cinco “segundos de fama”- y se entregó a la gente que invadió la cancha para honrar la hazaña

Guillermo Vilas alzando el trofeo del US Open, el segundo de sus cuatro Grand Slams
Guillermo Vilas alzando el trofeo del US Open, el segundo de sus cuatro Grand Slams.

Después del combate, que tuvo una amenaza de bomba, una protesta liderada por Arthur Ashe contra el apartheid sudafricano en la puerta del club y un récord de 42 puntos de rating televisivo en diferido, el ídolo sentenció: “Llegué donde quería. Soy el número uno del mundo aunque no soy ni sueco ni europeo ni americano. Al cierre de la campaña, la revista World Tennis lo colocó en la cima del deporte, mas la Asociación de Tenistas Profesionales mantuvo al subcampeón como líder del escalafón. 

La revancha de Forest Hills 

Vilas celebró 137 victorias (15 derrotas) y 16 trofeos en la temporada de 1977, que despertó en febrero y oscureció en enero del siguiente calendario con el Masters, en el cual lucharon los ocho mejores del planeta. El argentino regresó a La Gran Manzana, que lo recibió pintada de blanco y con cuatro grados bajo cero, únicamente con el coraje de su voluntad: “Siempre hago tres o cuatro horas de entrenamiento diarias y en estos días apenas aguantó una. Realmente estoy jugando mal, lento, llego tarde a la pelota (marca Bancroft), que son duras y rapidísimas. Salgo a correr por la mañana y el cuerpo parece que estuviese dormido. Tiriac lo había intuido antes de partir de Buenos Aires: “No tenía casi posibilidades. Había que participar para no regalar los 300.000 dólares del premio

La estrategia era nítida e inflexible: atacar apenas sea posible para definir el punto rápido. Manuel Orantes fue el primer escollo en la fase de grupos. El español había sonreído en sus últimos cinco cruces y el bonaerense no lo doblegaba desde 1974, pero inconvenientes físicos diezmaron su nivel y Vilas sobrevivió. “Fue un regalo de fin de año”, resumió Tiriac. A continuación, llegaron los Reyes Magos

El desquite entre Vilas y Connors no fue transmitido ni grabado. Sin embargo, convocó a 18.590 aficionados en el Madison Square Garden y todo está guardado en la memoria. “Jimbo estaba como loco y desde el primer game me atacó”, recordó el argentino. La crónica de Hernández en El Gráfico ilustra que Willy le “quitó velocidad a su juego usando su revés con slice” y que empleó su drive “con mucho top-spin”, mientras que en las tribunas a un “¡go Jimbo!” le contestaba un “vamos Vilas". Tras caer en la primera manga, el estadounidense decodificó el ritmo de los intercambios y encadenó golpes más fuertes: Me estaba bailando, evaluó el sudamericano antes de romper el esquema.

Guillermo Vilas fue destacado como el número 1 del mundo luego de la temporada de 1977 por la revista World Tennis (@MuseoArgTenis)
Guillermo Vilas fue destacado como el número 1 del mundo luego de la temporada de 1977 por la revista World Tennis (@MuseoArgTenis).

Vilas fue su antónimo en el set decisivo. Caminó hacia adelante, atacó y presionó constantemente al contrincante. El método extraño dio sus frutos: 5-3, con saque para partido. No fue suficiente: el favorito de la organización resurgió, equiparó el marcador y observó en su adversario lo que todos observaron en su adversario: las piernas no respondían. No obstante, respondió el corazón. El corazón ante todo: “Arriesgué el partido en dos passing-shot porque ya no tenía resto. Elegí el lugar, apunté, cerré los ojos y le pegué lo más fuerte que pude. Entraron. Cuando él sacó la última pelota, le jugué una corta para obligarlo a venirse con el temor de volver a ser superado. Corrió con tantas dudas que la dejó en la red. Hice más de lo pensado”. 

 

Los aplausos motivados por el inmortal 6-4, 3-6 y 7-5 tardaron en desaparecer. “Jamás olvidaré esa ovación de la gente. Estaba tan cansado que no me daba cuenta de nada. Muchos periodistas entraron a la cancha para felicitarme y pensé: 'Debo haber jugado una barbaridad'”. El profesor europeo la entronizó como la mejor actuación de su pupilo tiempo después. En contrapartida, su brazo quedó “destrozado de tanto pegarle” y, tras la conferencia de prensa, solicitó una silla porque no era capaz de “apoyar el pie izquierdo". Días más tarde, el semanario nacional tituló: “La sombra de Vilas perdió con Borg (NdR: en semifinales)”. 

Persevera y triunfarás 

Borg aterrizó en la Copa de las Naciones de Düsseldorf 1980 pavoneándose de una de sus campañas regulares: se había adueñado de Roland Garros y Wimbledon, al igual que los dos años anteriores, e hilvanaba ocho campeonatos sin interrupciones. Con tres triunfos en tierra alemana, alcanzó 45 presentaciones exitosas y quedó a un paso de igualar el récord de Vilas, su siguiente prueba

Felipe Locicero, primer profesor del niño que siempre soñó ser grande, le prohibía a sus alumnos pisar el polvo de ladrillo. Su fórmula incluía dos variables: frontón y repetición. Al igual que el paredón, Borg -que deslizaba sin patines- devolvía todo: “Teníamos el mismo tipo de tenis, los dos con mucho top. Él me rebasaba en velocidad y entonces casi siempre era yo el que erraba primero”, analizó el argentino. El día previo al combate -relata Néstor Straimel en El Gráfico-, un reportero le consultó su opinión del partido y el Poeta fue sincero: “Y… Va a ser difícil”. Todos rieron, pero los interrumpió: “Ojo, digo que va a ser difícil para Borg". Previamente, su consejero rumano, preocupado por el categórico 4-17 del historial, le había recomendado:Apúntale a las líneas y apostá tiros ganadores. Si no va a ser la misma historia de siempre”

Genialidad de Vilas frente a Borg en la final de Roland Garros, en la que el sueco ganó por 6-1, 6-1 y 6-3 (@Ninotchkaia)

Genialidad de Vilas frente a Borg en la final de Roland Garros, en la que el sueco ganó por 6-1, 6-1 y 6-3 (@Ninotchkaia)

El espectáculo nació con cuatro quiebres seguidos: el europeo no acertaba el primer servicio y, cuando el criollo aceitó el suyo, se robó el set. Sin embargo, se “equivocó demasiado” en la segunda manga y el sueco empardó con dos aces que “le devolvieron la confianza”. El tercer set fue así: Vilas salvó un break point en el game de inauguración, rompió el saque de su rival al siguiente, cometió dos doble faltas en el tercero, pero administró la ventaja y minimizó a su rival, que ganó tres puntos en los cuatro games finales

Vilas había explicado tantas veces por qué perdía que frente a Borg que le pidió prestada una carilla al semanario que seguía sus pasos para argumentar su logro, decretado por 6-3, 1-6 y 6-1: “Aquellos que piensan que le gané por sus errores están equivocados: esta vez, yo jugué mejor. Fue el éxito más buscado, pero no el único. El zurdo sumó los nueve puntos en los que intervino para la Albiceleste, también integrada por José Luis Clerc y Carlos Gattiker y campeona del certamen por encima de Italia. 

El último baile 

Ninguno de los 10.000 hinchas hermanados en el Buenos Aires Lawn Tennis Club sospechaban del combustible extraordinario con el que Vilas salió a la cancha el 6 de marzo de 1983. El marplatense había decidido despedirse de la Copa Davis (finalmente lo hizo en la edición siguiente) y brindó su última función con la Albiceleste en el país. Y valió la pena, porque jugó a “muerte” y no murió

Guillermo Vilas le ganó seis de catorce duelos a John McEnroe (@iebmasargopen)

Guillermo Vilas le ganó seis de catorce duelos a John McEnroe (@iebmasargopen)

John McEnroe fue el primero en sorprenderse. El estadounidense, quien había perdido en cinco sets contra José Luis Leclerc, ganado junto a Peter Fleming en el dobles en el último parcial y arrastraba una lesión en su hombro diestro, gastó rápido todos sus cartuchos y consiguió un efímero liderazgo de 4-1. Desde entonces, el zurdo se convirtió en “una máquina de jugar” e hilvanó 15 games consecutivos frente a Supermac, que estaba colorado como un tomate, según recordó Clerc. Su sentido de la empatía consideró que no era necesario celebrar el 6-4, 6-0 y 6-1 que sentenció la victoria ante Estados Unidos por los octavos de final. Sin embargo, abandonó el terreno anaranjado “llorando” y años después sentenció que ese fue el “mejor partido de su vida”

En una carta difundida por El Gráfico en su publicación posterior al “grito que invadió al país desde el corazón del tenis”, Vilas enseñó que no hace falta perder para aprender: “No nos dejemos llevar por el exitismo al que somos tan propensos, creyendo que por haber eliminado a los Estados Unidos ya tocamos el cielo. Era un primer paso duro, difícil. Peor no nos podía tocar. Lo salvamos, pero no pensemos que ya somos campeones (NdR: Argentina fue eliminada por Suecia en la antesala de la final)".

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