García Aspe: a 30 años del fracaso del único jugador mexicano en River
Fue figura en la selección de su país, para la que jugó tres Mundiales, pero su paso por Argentina resultó efímero. Llegó en septiembre de 1995 al equipo de Ramón Díaz, un técnico que no lo había pedido, y apenas sumaría siete partidos. Tres meses después, ya estaba de regreso en Necaxa.

Hace 30 años, el jueves 14 de septiembre de 1995, debutó en River el único futbolista mexicano de su historia, Alberto García Aspe. Jugador talentoso y creativo, al punto de ser una de las figuras de la selección de su país en las últimas décadas -jugó tres Mundiales-, el Beto tuvo sin embargo un paso fallido por el club de Núñez: apenas llegó a jugar siete partidos, ninguno de ellos completo, y no convirtió ningún gol. Tiempo después reconocería, con dolor e hidalguía, que su experiencia en Argentina fue un “fracaso”.
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García Aspe dejaría River sólo tres meses después de su arribo, en diciembre de 1995, sin que nadie lo lamentara demasiado. En realidad, fue como si no hubiera llegado nunca. En 2024, consultado en el podcast mexicano “Los secretos de un líder” por aquella efímera aventura en el club argentino, García Aspe reconoció el sinsabor. “En River me fue mal por muchos factores. Fracasé, no se dieron los tiempos. Llegué tarde, el técnico no me había pedido. Tenía otra opción, de haber ido a Europa, y es la que debí haber optado. Fue mi primer fracaso importante, un golpe muy fuerte, y no fue fácil superarlo”, dijo, sin mencionar a Ramón Díaz, entonces novel entrenador del equipo que no le concedió muchos minutos de juego. Los que tuvo, eso sí, no los aprovechó.
García Aspe llegó a River a finales de agosto de 1995 y debutó a las dos semanas, el 14 de septiembre, en los últimos nueve minutos de un triunfo 3-2 ante Peñarol como visitante en Maldonado, por la ida de los octavos de final de la Supercopa: el primer y hasta ahora único mexicano en la historia de River ingresó a los 36 minutos del segundo tiempo en lugar de Marcelo Gallardo, entonces de 19 años y figura de la noche.
Aunque a River le fue mal en aquel 1995 -no ganó ningún título, primero con Carlos Babington de técnico, y desde junio ya con Ramón-, aquel plantel tenía grandes jugadores: además del propio Muñeco, en el mediocampo ofensivo y la delantera convivían Enzo Francescoli, Ariel Ortega, Hernán Crespo, Gabriel Cedrés y Gabriel Amato. García Aspe, volante ofensivo zurdo, de creación, debía ganarse un lugar entre esos apellidos.
El Beto tenía 28 y un gran currículum: había jugado dos Copas América, las de Ecuador 1993 y Uruguay 1995, y el Mundial Estados Unidos 1994. En el regreso de México a las Copas del Mundo tras su ausencia en Italia 1990, García Aspe fue héroe y villano. Ausente en el debut con derrota ante Noruega, el Beto entró como un salvador para los partidos siguientes: sería titular, sin salir un minuto, en el triunfo ante Irlanda y el empate contra Italia en la primera fase y, ya en los octavos de final, en el cruce frente a Bulgaria. Aquella tarde de Nueva York convirtió, de penal, el único gol de México, el del 1-1 que igualó una derrota parcial tras el gol de Hristo Stoichkov y llevó la serie a la definición desde los 12 pasos. Allí, sin embargo, García Aspe desvió su remate y la selección mexicana quedó eliminada.

Cuando García Aspe llegó a River ya había sido campeón en el fútbol mexicano con dos equipos, Pumas y Necaxa. En tiempos en los que el Efecto Tequila sacudía a la economía de su país y alteraba los mercados extranjeros, su arribo a Buenos Aires llamó la atención por duplicado. Aún no existía la Ley Bosman y los futbolistas mexicanos no estaban acostumbrados a jugar fuera de su territorio.
Argentina, en tanto, no solía recibir jugadores de ese país -recién dos años más tarde, en 1997, el delantero Luis “Pájaro” o “Matador” Hernández se sumaría a Boca-. En todo caso, el flujo era y sigue siendo inverso, de Argentina a México, una relación nacida a partir de cuando José Manuel “el Charro” Moreno, uno de los cinco integrantes de la célebre delantera La Máquina, justamente pasó de River al España (un club mexicano ya disuelto) en 1945.
Justamente, para El Gráfico posó con el típico sombrero mexicano, un charro, en el entonces flamante Puente Labruna (que todavía no llevaba ese nombre), con vistas al Monumental. Entrevistado por otra revista de la época, Sólo Fútbol, antes de su debut, contó sus impresiones: “Estoy muy contento de integrar las filas de River, una institución con renombre internacional. En mi país ganaba cerca de un millón de dólares al año y ahora ganaré 150.000 en seis meses. Pero lo hice porque quiero triunfar en River. No lamento haber dejado mis coches, mi casa de verano en Avándaro (lugar turístico de México) y todas mis pertenencias. Antes de salir tuve que firmar un montón de cheques para que me cuiden todo”.
Licenciado en administración de empresas, aunque nunca ejerció, recién conoció en Argentina cómo sus hinchas -y los rivales- le dicen a River. “Me enteré de que a River le dicen gallinas, pero no entiendo esos apodos. ¿No es el que ganó más títulos en el país?”, preguntó. Su contrato original era a préstamo hasta fin de año, con opción para renovarlo seis meses más, y una posible compra por 2.500.000 de dólares. Pero ya en octubre, y sin que quedara claro por qué, recibió un aumento del 20%: los 150.000 dólares que ganaría hasta diciembre dejaron de ser brutos y pasaron a ser limpios de impuestos.
Hoy parece poco pero entonces era mucho: Francescoli, según los medios de la época, tenía una prima anual de 180 mil dólares. Para García Aspe era un desafío externo, para los hinchas, e interno, dentro del plantel: debía demostrar que, a ingresos proporcionalmente más altos que los del ídolo uruguayo, su aporte futbolístico también debía ser superior o al menos similar. Sin embargo, eso no ocurriría.
Su segundo partido fue, además, su debut en el Monumental: el 27 de septiembre, en la revancha ante Peñarol, arrancó como titular. En un primer tiempo muy extraño, con cinco goles y un triunfo parcial 3-2 de los uruguayos, García Aspe no sintonizó el partido y Ramón Díaz decidió reemplazarlo en el descanso. En su lugar, al revés que en la ida, ingresó el propio Gallardo. Tras el triunfo por penales, y un mal comienzo del Apertura 1995, Ramón Díaz apostaría de lleno por la Supercopa aunque ya no contaría con el mexicano en los duelos de cuartos de final ante Gremio y semifinales contra Independiente.
García Aspe jugaría otros cinco partidos en el Apertura pero nunca brillaría. Más bien lo contrario. Nunca completó los 90 minutos, no hizo goles y los puntajes que le pusieron los medios de la época fueron muy bajos: 3,80 de promedio para El Gráfico y 4 para Sólo Fútbol. Ante Español el 6 de octubre, en el triunfo 1-0 como visitante en la cancha de Vélez, fue titular y parecía que por primera vez podría resistir los 90 minutos hasta que fue expulsado a los 33 del segundo tiempo. El Gráfico lo calificó con 4; Sólo Fútbol, con 5, que sería su puntuación más alta en Argentina.
Tras el regreso de su suspensión, el domingo 22 de octubre, volvió a ser titular en la derrota 2-0 ante Huracán en Parque de los Patricios: fue reemplazado por Cedrés a los 22 minutos del segundo tiempo. El Gráfico y Solo Fútbol le pusieron 4. Peor aún le iría al domingo siguiente, el 29, en el empate 1-1 ante Platense en el Monumental: fue sustituido, otra vez por el volante uruguayo, a los 9 minutos del segundo tiempo y ambas revistas lo calificaron con 3 puntos.
También fue titular en los últimos dos partidos que jugó, ambos en medio de formaciones alternativas, con River jugándose la Supercopa. En la derrota 1-0 ante Lanús en el Monumental, el domingo 12 de noviembre, fue reemplazado por Rodrigo Riep -actual representante de Juanfer Quintero- a los 28 minutos del segundo tiempo. El Gráfico y Sólo Fútbol coincidieron en un 4 de puntuación. Ya el sábado 18 de noviembre, en la caída 3-1 ante Newell’s en la cancha de Central, apenas jugó 45 minutos: Ortega entró en su lugar en el entretiempo y, otra vez, ambas revistas le pusieron 4 puntos. Nunca más jugaría ni tampoco sería suplente: casi que se fue de River sin que nadie se diera cuenta, incluso antes de que terminara el año.

Ya a inicios de 1996, de regreso a su país, García Aspe brilló de nuevo. No sólo en Necaxa, club en el que volvería a salir campeón, sino también en su equipo nacional: en Francia 1998 fue el capitán de la selección mexicana, jugó los cuatro partidos del Tri sin ser reemplazado ni siquiera un minuto y, cuando anotó ante Bélgica -también de penal-, se convirtió en el primer mexicano en convertir goles en dos Mundiales diferentes. Ya en Corea del Sur-Japón 2002, en su tercera Copa del Mundo a sus 35 años, apenas ingresaría en los últimos 12 minutos del partido ante Estados Unidos, en octavos de final, cuando el Tri quedó eliminado.
En River jugarían tres argentinos que luego serían nacionalizados mexicanos: Carlos 'Charro' Lara en la década del 50, y Damián Álvarez y Rogelio Funes Mori ya en este siglo, pero son futbolistas nacidos en Argentina que al momento de vestir la banda roja, todavía no habían obtenido la doble ciudadanía. García Aspe, el único mexicano oriundo, también pasaría su talento por América y Puebla y ganaría una Copa de Confederaciones con la selección de México en 1999. Fue un crack pero la camiseta de River es demasiado picante.
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