Gimnasia (M), un campeón que se reinventó y nunca negoció su esencia
El equipo mendocino logró el ascenso a la Primera División tras una campaña espectacular. Renació tras perder la final del año pasado y desplegó un fútbol de alto vuelo, como marca su historia.
La victoria por penales ante Deportivo Madryn en la lluviosa noche de Vicente López fue un premio recontra merecido para un equipo que logró resurgir de las cenizas tras la final perdida ante San Martín (SJ) el año pasado, y desplegó el mejor fútbol de la categoría, con un juego atildado, dinámico, agresivo y contundente.
De aquella batalla por el segundo ascenso ante los sanjuaninos en Córdoba en 2024 no sólo quedaron los restos. Quedó también una enseñanza, un mensaje, una moraleja, y un punto de partida para volver a creer, para reinventarse, renovarse, renacer.
Porque este equipo que ganó la Primera Nacional 2025 de punta a punta tuvo como bandera el hambre de gloria, la sed de revancha, la sangre. Y bajo un convencimiento propio de un campeón, soportó los golpes más duros y se sostuvo de pie ante cada escollo que se le puso en el camino, con la firme de idea de no negociar, bajo ningún punto de vista, su esencia, su ADN, su historia.
Gimnasia (M) levantó el trofeo de campeón de la Primera Nacional
Con dos arqueros que se repartieron titularidad y vallas invictas comoCésar Rigamonti, el héroe de la final, y Lautaro Petruchi. Una defensa construida bajo la experiencia del capitán Diego Mondino, los goles claves de Imanol González, la regularidad de Facundo Nadalín e Ismael Cortez, y la sorprendente aparición de Franco Saavedra.
Un mediocampo combativo y batallador, pero dinámico y de buen pie, con Matías Muñoz, Ignacio Antonio y Fermín Antonini como abanderados, y con un recambio a la altura con Nahuel Barboza, Matías Recalde y Jeremías Puch.
Y un ejército de ataque en la primera línea de fuego que mezcló brillo con contundencia. Con Facundo Lencioni como la gran figura, con un nueve completo como Nicolás Ferreyra y el apoyo siempre productivo de Nicolás Servetto, Nicolás Romano, el único de la casa, Luciano Cingolani, Mario Galeano y Brian Andrada, entre otros.
Y a todo ese compendio de buenas decisiones hay que sumarle un eslabón más: la dirigencia, que supo mover las piezas a tiempo y cambió de conducción cuando nadie lo esperaba. Porque en un momento del torneo, el campañón de Ezequiel Medrán se quedó sin energías, se desinfló, y ese arriesgado movimiento de piezas para la llegada de Ariel Broggi le permitió al Lobo mendocino cantar Jaque Mate.
Un campeón con todas las letras, que se reinventó y nunca negoció su esencia. ¡Salud, campeón!
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