La responsabilidad del clásico siempre es de Independiente
Aunque todos lo daban como punto, el Rojo estuvo cerca de hacer saltar la banca. Faltó concretar, cierto, pero los jugadores entendieron quién tiene la camiseta más grande en Avellaneda.
Reconozco que me da algo de pudor comenzar una columna con un lugar común tan grande como decir que en los clásicos no importan los contextos. Pero también es una realidad que la última edición del clásico de Avellaneda es un ejemplo perfecto. Independiente, golpeado con la peor racha de partidos sin ganar en el comienzo de un torneo terminó lamentándose por los dos puntos perdidos. Por su parte, Racing y su entrenador Gustavo Costas que venían exultantes en semifinales de Libertadores terminaron valorando el empate. El Rojo jugó mejor pero no le alcanzó y aunque la deuda de los jugadores con la gente sigue creciendo, el crédito para el debutante Gustavo Quinteros, también.
El hincha de Independiente (y el ajeno también) se quedará con el gol desperdiciado por Pablo Galdames en el último suspiro del 0 a 0 en el Juan Domingo Perón. No hay dudas de que el chileno dilapidó la chance más importante de la tarde y el espaldarazo ideal para el comienzo de la era del nuevo entrenador. Aunque el guiño del destino también supo estar a favor del Rojo. La doble oportunidad perdida por Racing en los primeros 30 segundos del partido se llevaron los fantasmas de una victoria soñada para el lado albiceleste del barrio. En esa jugada, el Rey de Copas esquivó una piña que iba a ser difícil de superar para un equipo de mandíbula frágil.
Independiente volvió a mostrar en pequeñas dosis algo de lo que supo ser. Kevin Lomónaco y Luciano Cabral son ejemplos de esto. El defensor con más firmeza y decisión que en los partidos anteriores que fueron empujando a que el equipo saliera del asedio inicial. Por su parte el 10 estuvo activo y generando chances con atisbos de su talento conocido pero con la misma ineficacia que lo viene caracterizando. Nicolás Freire en el fondo y Rodrigo Fernández Cedrés fueron también importantes para que en el Rojo haya quedado esa sensación de que se podían haber llevado más en el clásico.
La realidad de Independiente quedó en la dicotomía de tratar de confiar en un ciclo que comienza y dejó buenas sensaciones en un escenario adverso y la preocupación por las falencias de un plantel que despilfarró las ilusiones del año en apenas unas semanas. La tarde del clásico mostró reacción en un grupo que venía anestesiado, y esto tiene que servir como punto de partida para terminar con la malaria de triunfos y para tratar de terminar con decoro un torneo que fue un suplicio para el hincha del Rojo.
Independiente lo tuvo en la última: Galdames estuvo frente a Cambeses, pero definió muy mal
Entiendo que es muy malo el presente cómo para destacar tanto la actitud, pero esto es lo mínimo que necesita el Rojo. Un equipo que corre, que mete y que aún con carencias busca ganar el partido. Es inaceptable el último puesto del campeonato. Pero se reconoce el entendimiento de cómo se juega un clásico con la camiseta roja. Independiente siempre lleva la responsabilidad en el duelo de Avellaneda. El peso de su enorme camiseta así lo marca.
El desafío de Quinteros ahora será que los futbolistas sostengan la intensidad en lo que queda y le empiecen a sumar sintonía fina a la hora de enfrentar el arco rival: con intenciones no se corta esta infausta racha sin ganar ni mucho menos se clasifica a nada.
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