De boxeador discutido, al rincón de Coker y Mernuel: el relanzamiento de Nicolás Masseroni en el boxeo
El hijo del campeón argentino Walter Masseroni abrió las puertas de su gimnasio en Beccar —con aroma a Filadelfia cruda— para hablar sobre su carrera fuera del sistema FAB, su exilio voluntario en México, y su nuevo rol como entrenador de figuras del streaming que hoy lo devolvió al centro de la escena.

La puerta marrón se abre y escalón tras escalón, el olor a cuero y vaselina comienzan a pegarte de frente. No hay brillos, no hay carteles de sponsor: el gimnasio de Nicolás Masseroni en Beccar parece arrancado de una esquina de Filadelfia en los años 80. Fue ahí donde lo recibió a Boxeo de Primera, en una charla con Tomás Aguirre que no fue solo una entrevista, sino un viaje a la biografía incómoda de uno de los personajes más singulares del boxeo argentino reciente.
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Porque Masseroni no es solamente el hijo del pesado Walter, campeón argentino; es también el peleador que eligió conscientemente ir contra el molde: en vez de competir bajo el paraguas de la Federación Argentina de Box, decidió pelear para la WPC, un organismo sin legitimación doméstica pero con puertas abiertas en el exterior. Esa decisión —celebrada en México, cuestionada en Buenos Aires— le permitió construir una carrera internacional y, al mismo tiempo, le cerró varias puertas en su propio país.
Hoy, lejos de retirarse del ring mentalmente, está parado en otro rol: el de formador. Entrena chicos desde cero, los acompaña en sus primeros pasos como amateurs, les corrige los codos, las guardias, los miedos. Pero al mismo tiempo es, sin querer haberlo buscado, uno de los entrenadores de cabecera de los influencers más comprometidos con el boxeo: Nani Di Maio, Coker y, ahora, Mernuel.

Coker —nombre artístico de Francisco López— es uno de los streamers más conocidos de la escena local tras construir una asombrosa comunidad propia a base de transmisiones de IRL y contenido de humor. Su primera experiencia boxística fue un salto al vacío: lo llamaron con pocos días de aviso para la primera edición de Parense de Manos y subió prácticamente sin campamento de entrenamiento para enfrentar a "Pity" Fernández, cantante de la banda "Las Pastillas del Abuelo". Por su parte, Mernuel (Manuel Zakzuk) creció a pasos agigantados en los últimos años dentro del mundo del streaming hasta transformarse en uno de los streamers más populares de la actualidad junto a su dupla "Bauleti", anteriormente un trio llamado "Mernosketti", en el que también estaba "Moski".
Mientras Mernuel se prepara para debutar en Paren de Manos III ante Cosmic Kid, Coker tendrá su revancha y se cruzará al español Perxitaa, el mismo que en la última Velada del Año de Ibai Llanos bajó al argentino Gaspi delante de millones de espectadores.
Lo que parecía ser el retiro en silencio de un boxeador “no homologado” terminó convirtiéndose, casi por accidente, en una segunda vida de igual o mayor visibilidad que la primera.
TA: ¿Cómo te encontrás hoy?
NM: Hoy en día estoy muy metido con la docencia en el boxeo. Muchísimo. Me pega muy de cerca, porque entreno chicos desde los 6 años hasta personas de 85. Me llega mucho la docencia, porque los veo chiquitos y me acuerdo un poco de mí, de esos sueños, de esas cosas. Es fuerte ver a un nene tirando manos frente al espejo, corregirlo y que te haga caso. Sos la autoridad. Ver eso me trasciende. Y ahora, al pisar este gimnasio, me vienen muchos recuerdos. Me agarra muy fuerte el lado de la docencia.
TA: ¿Pero estás activo? ¿Estás abierto a un gran desafío?
NM: Sí, claro. Si llega un desafío y tengo tres meses para entrenar, entreno y agarro. Pero tiene que ser un campo de concentración real. Me tendría que ir a Castelar, a lo de Cristian Bosch, y vivir con mi tía durante esos tres meses. Las oportunidades aparecen. Hasta hace poco iba a pelear con Anthony Yarde (próximo aspirante al título mundial mediopesado CMB): me llegó una oferta, pero como venía de una derrota, me dijeron que no, que al final iba otro. No sé quién fue en ese momento, pero aparecen oportunidades todo el tiempo. El tema es que yo entiendo que si te metés en esto, es a fondo. Es algo lógico.
La realidad es que nunca lo hice por plata. Nunca. Lo hice por reconocimiento, por ese nene interior que quería pelear y ser visto. Yo era más gordito y chiquito, y quería salir de ese lugar. El boxeo me dio eso: llamar la atención. Y entendí que por ahí podía destacarme. Siento que todo eso hoy lo transmito en la docencia. Soy de los que tienen miedo, pero no se frenan. Sigo con la mente firme, y trato de transmitir esa mentalidad a los chicos. Eso es lo que me apasiona: transmitir lo que viví. Cuando ves que los chicos son disciplinados y te hacen caso, te dan más ganas todavía.
TA: El boxeador Nicolás Masseroni es muy reconocido; todos los del ambiente te conocen. Pero muchos no te otorgan gran reconocimiento por haber peleado en la WPC y no en la FAB. ¿Cómo afrontaste eso durante tu carrera?
NM: Yo empecé peleando en la FAB como amateur, donde hice muchas peleas. Después peleé por todos lados, sin respaldo de la FAB. En un momento, mi hermano conoció a Daniel Gómez, quien nos presentó la WPC y nos dijo que podíamos pelear ahí. Lo vi más viable que la Federación en ese momento. Es un amigo, y me dio muchas oportunidades. Gracias a él fui al exterior. Cuando viajaba, la FAB mandaba cartas diciendo que no querían que peleara, pero entendí que eran organizaciones distintas. La FAB tiene muchos años, claro, pero lo más conveniente para mí era pelear por la WPC e ir afuera. Me convenía en todo sentido, incluso económico. Además, no quería que un promotor me exprima como a una naranja, como pasa mucho. Es la realidad.
Viví todas las etapas que puede vivir un boxeador. Lloré, estuve triste, entrené llorando, y eso que no tenía un promotor que me chupara la sangre. Sé que el boxeador es carne de cañón: somos un pedazo de carne que se sube a pelear. Si generás dinero, está todo bien. Si no, te cambian y listo. Y cuando ven que podés ser una futura estrella, más te aprietan. Es una exprimida fuerte. Lo vi, lo escuché, incluso de tipos como Maravilla Martínez o Marcos Maidana.

TA: ¿Te arrepentís de algo? ¿Fueron más las puertas que se te cerraron por la FAB o las que se te abrieron con la WPC?
NM: Se me abrieron muchas puertas con la WPC. Conocí México, Kazajistán... muchos países. Pero si me tengo que arrepentir de algo, sería de mi carrera profesional en sí, no de las entidades. A veces pienso: “Podría haber dado un poco más”. Como decís vos, siento que todavía hay algo ahí, en el sótano famoso del que hablaba Rocky. Todavía tengo una bala más. No siento que tenga que retirarme, pero tampoco quiero dejar pasar el tiempo. Estoy en esa dicotomía: metido en la docencia, pero con un pie en el boxeo. Porque esto no es joda. Son golpes, entrenamiento, disciplina a rajatabla. No hay medias tintas: tenés que ser un marinero.
TA: Siempre se habla de la adrenalina del boxeador al subir al ring, pero hoy estás presente en eventos con influencers, muy distintos a los del boxeo tradicional. ¿Esa adrenalina se llena de alguna forma o solo son oportunidades que se presentan y te sirven?
NM: Un poco de ambas. Me llena como entrenador. Entrené a Nani Di Maio para pelear con el hijo del Chino Maidana, y fue un proceso increíble. Venía de Quilmes a Beccar, fue un soldado, y es un tipo que reconoce y agradece. Eso me hizo muy bien.
Y también me llena ver cómo los chicos se superan. Eso me mata. Obviamente, también me sirve: esos pibes mueven mucha gente, vienen al gimnasio de Beccar, y me suma.
Si quisiera volver como profesional, sé que tengo su apoyo. Coker me dice que vuelva, que toda la comunidad me va a apoyar. Muchos boxeadores quieren ese respaldo. Quizás esté dejando pasar una oportunidad interesante, pero hoy tengo amor por enseñar. Me encanta.
TA: ¿Creés que hay pocos boxeadores profesionales que saben aprovechar el boom de los influencers en el deporte?
NM: Sí. Igual es difícil, porque la gente es la que te elige. Habló mucho con Pepi Staropoli —rival de Maravilla Martínez en Parense de Manos—, que lo sigue mucha gente porque tiene mucha personalidad, y la gente lo elige, pero también es cierto que, si yo no conociera a ninguno, no sabría por dónde empezar. Además, cuando estás tan metido en entrenar y pelear, se hace difícil entrar en esa dinámica. No sabés por dónde arrancar.

TA: ¿El boxeador dimensiona lo importante que es invertir en su imagen?
NM: El boxeador tiene que entender que hoy no alcanza con boxear bien. Tiene que llamar la atención de alguna manera, armar un show alrededor del boxeo. Si no tenés seguidores, sos uno más. Yo, cuando peleaba, metía 8.000 o 4.000 personas, y quedaba gente afuera. ¿Por qué? Porque entrábamos con cinco o seis Harley-Davidson, y la gente ya sabía que venía “Bam Bam”, y que no importaba nada: o noqueaba o me noqueaban. Tenés que tener esa “vendida de humo”, porque si vos estás en boca de todos, estás ganando. Eso es lo que muchos boxeadores no entienden: que esto también es un show.
Si sos boxeador y tenés una gran personalidad, la vas a pegar. Pero si sos callado, te cuesta hablar, y apenas decís un “hola”, es difícil que la gente te siga. A la gente le gusta ver lo que nunca vio, sin filtro. Y los boxeadores somos, en general, gente humilde, que no quiere mostrar mucho. Porque si hablás de más y después te rompen la boca, ¿dónde te metés? Por eso aparecen los que rompen el esquema, como McGregor, que hablaba de más… pero ganaba.
TA: ¿Pero no está mal visto el boxeador arrogante?
NM: Sí, por eso muchos no se animan a tomar ese riesgo. Tenés que ser muy hábil. Yo adopté el papel del canchero, pero no del malo, eh. Repito: es muy difícil decir mil cosas sin que después te pongan de culo. Tenés que estar muy seguro de lo que hacés y de quién sos. Tenés que tener una personalidad que no se encuentra fácil; son pocos los elegidos. No podés forzar algo, tiene que ser natural.
TA: ¿Creés que boxeadores e influencers pueden nutrirse entre sí entrenando juntos?
NM: Te voy a decir algo fuerte. Cuando a Coker y a Mernuel los llevé al "Dojo Serpiente” con los profesionales, veían a Nico Jara y campeones mundiales de distintas artes marciales y me decían: “Boludo, parece un episodio de Dragon Ball Z, cuando se meten en la máquina del tiempo” Los pibes quedaron impresionados. Dijeron: “Ah, esto es el boxeo”. Entonces le digo a Nico Jara: “Decile al Coker qué pasa cuando estás cansado”. Y el pibe responde: “Amigo, cuando estoy cansado, aumento el ki”. Y eso le quedó grabado. Cada vez que está cansado, repite: “Aumentá el ki”. Y funciona. A lo que voy es que se ayudaron entre ellos.
Para mí los boxeadores deberían nutrirse de los influencers, cosa que hoy no pasa. Yo, si fuera profesional, prendo una cámara y digo: “Estoy acá con Coker, con Mernuel…”. Es ayudarse entre todos, unir fuerzas. Pero muchos no lo ven así, porque están tan metidos en el entrenamiento que no ven la oportunidad de aprender algo nuevo.
Lo otro que a veces puede pasar es que el boxeador diga “sacame a estos pibes del gimnasio” o “no me gusta esto”, lo entiendo en parte, porque está indignado con lo que pasa en el boxeo. Pero los influencers no arruinan el boxeo. No te están sacando oportunidades. Ellos hacen un show, pero se toman el boxeo en serio durante cuatro meses, entrenan de verdad. Obvio, hay otros que no, pero los que lo hacen conmigo, se lo toman en serio. Yo los veo, veo el esfuerzo que hacen para venir. Por eso creo que el boxeador que critica está más indignado que otra cosa.

TA: ¿Qué te genera pensar en el futuro? ¿Cuál es tu proyecto como entrenador?
NM: Mirá… esto me pone la piel de gallina, porque lo siento de verdad. Lo hago con un amor desmedido. Me gusta estar encima de cada chico, corregirlos, pulirlos, y ver cómo se ayudan entre ellos. Eso me mata, me emociona. Tengo chicos que entrenan conmigo desde los 12 años y hoy tienen 15 o 16. Vienen y me dicen: “Nico, ¿puedo agarrar la escoba?” Y les pregunto: “¿Para qué?” —“Para limpiar un poco el gimnasio”. Y pensás: “Che, qué bien, qué valores”. Se juntan a comer después de las peleas, se acompañan. En mi familia somos todos cristianos, por eso los jueves damos clases gratis acá. Es una manera de transmitir valores y, en cierto modo, de predicar. Todo lo que aprendí de mis viejos y de la Biblia trato de pasarlo a los chicos. Los jueves entrenamos a los que no pueden pagar, y lo hacemos con la misma euforia con la que entreno a Mernuel, Nani o Coker.
TA: ¿Cuál es tu meta? ¿Querés hacer una carrera larga como entrenador, estando en el rincón de campeones, o lo ves más como algo recreativo?
NM: Lo veo como las dos cosas. Me estoy formando y se me están dando oportunidades muy fuertes, pero me encanta entrenar gente. Tal vez como boxeador no soy el mejor, pero como entrenador siento que puedo potenciar mucho a los profesionales.
Es loco lo que te digo, pero a cada boxeador hay que potenciarle cosas distintas, con una estrategia y un plan. Se puede ganar o perder, pero se puede achicar el margen de error. Me gusta estudiar boxeo. Por ejemplo, un tipo que presiona tiene que manejar la zona 1 —el medio del ring—, del medio para adelante. El rival siempre recorre más, entonces le comés las piernas y en los rincones lo apretás con combinaciones y cambios de guardia. Ese es el pegador que presiona. Esos detalles me apasionan, y por eso creo que puedo ser un gran entrenador, sobre todo para profesionales.
TA: ¿Cómo te imaginás de cara a Paren de Manos en un estadio con más de 30.000 personas?
NM: Ya lo voy visualizando para que no me agarre de sorpresa. También visualizo a los chicos. Por ejemplo, Manuel empezó con 55 kilos y ahora el Cosmic Kid está en 70; mide 1,86, mientras que Manuel mide 1,74. Es mucha diferencia, pero ya subió a 60 y el otro tiene que dar 65 el día de la pelea. Viene entrenando muy bien, con disciplina. Es un tipo que va para adelante y tiene el día lleno de actividades, pero va a sorprender.
Y después está Coker, que siempre me rompe las bolas queriendo hacer guantes conmigo. Su mayor logro, dice él, fue hacerme sangrar la nariz (ríe). Pero está muy bien. Va a ser un peleón, porque Perxitaa también anda muy bien; ya lo demostró en el evento de Ibai.
Como sé lo que es estar ahí arriba, sé que las emociones se potencian. Por eso, en el vestuario, no podemos ser diez locos gritando “¡rompelo!”. No. Hay que callarse, meditar y concentrarse. Hay un trabajo que respetar. Les trabajo mucho la parte emocional, para que no demuestren cansancio entre los intervalos. Tienen que ser actores: no mostrar debilidad. Arriba del ring, mirada firme. Les enseño eso: la mirada, los movimientos, cómo dominar el centro, los laterales o las contras. Todo lo que tiene el boxeo, pero sobre todo, que no haya interferencias mentales. En la pelea hay un solo objetivo. Cuando les doy el plan, ellos tienen que estar mentalizados en eso, sin improvisar.





