¿Al final tenía razón Cascini y Boca es un equipazo? ¿Zeballos y Aguirre a la Selección? ¿Úbeda es el ayudante de campo perfecto? ¿Somos candidatos a ganar el torneo? ¿Tenemos el boleto asegurado a la Libertadores? ¿Tenemos la defensa más sólida del planeta fútbol? ¿Boca gana, gusta y golea?
Qué ganas de contestar todo que sí. Y aunque las respuestas sean todas negativas, qué lindo es que gane Boca, cómo extrañábamos esta alegría, qué importante es haberse sacado la mochila de estos doce putos partidos sin ganar, cuatro meses de oscuridad absoluta, de ceguera futbolística, de amarguras, de sonrisas prohibidas, de críticas y protestas merecidas. Un día, Boca volvió a ganar. Necesitó que desapareciera mercurio retrógrado, que lo rajaran al soberbio de Cascini, que Rojo se llevara la mala onda a Racing (desde que llegó, cero de seis). Nosotros, que somos tan propensos a creer en las ridiculeces, celebramos, sonreímos, mirá el paquete que te llevaste. Pero salvo para las chicanas, no es un día para resentimientos. Es un día para respirar aliviados e identificarnos, todos, con la cara imposible de Velasco, con su puchero de nene chiquito, con sus lágrimas, con su desahogo, con el abrazo de todos. El rostro del pibe de los diez palos verdes que nunca pudo sacarse de la mochila aquel penal errado con Alianza Lima es acaso el mejor reflejo de Boca.
De verdad, ¿cambió algo? Sí, claro que cambió. Primero cambió la suerte y, tómelo o déjelo, es una cuestión clave. Hasta la semana pasada, el buscapié de Paredes pegaba en el arquero y se iba al córner, no al fondo del arco. Hasta la semana pasada, el tiro de Zeballos lo tapaba fácil Centurión. La pelota en el 3-0 de Velasco se hubiera quedado frenada en la línea. Salvo la avivada de Leandro, que gritó la primera victoria desde su regreso, las otras no fueron buenas definiciones, pero terminaron en goles y Boca se trae de Mendoza una goleada impensada por la cual nadie daba dos mangos.
La primera gran noticia es esa, que Boca ganó y se rompió la racha. Pero hay muchas más, verdaderas certezas, decisiones que si fueron de Russo -lo parecen- son para festejar. Por ejemplo, la dupla central de los pibes. Por ejemplo, la dupla de volantes centrales con pasado europeo. Por ejemplo, sostener a Barinaga y que el tipo desborde bien y se banque por su zona a Villa, el delantero más picante del fútbol argentino (qué lindo es ver que pierda, que le vaya mal a este tipo). Por ejemplo, la apuesta en continuado a un Brian Aguirre que ganó mucho en el uno contra uno, que desbordó y que hasta -acá la mala- volvió a dejar en ridículo a Cavani, que se comió otro gol parecido al de Alianza Lima, un papelón. Y por ejemplo, también, la salida del uruguayo, primer cambio, para dejarle lugar a un Milton Giménez mucho más resolutivo y efectivo. Eso, más los tres goles, más esa salvada extraordinaria de Pellegrino en lo que pudo haber sido el 1-1 parcial, son cosas que no pasaban hacía mucho todas juntas.
Así fue la goleada de Boca sobre Independiente Rivadavia con la que volvió a ganar tras 120 días

Posiblemente la diferencia en la cancha no haya sido tan grande como marca el resultado, pero sí es indiscutible la justicia de la victoria, el buen primer tiempo del equipo haciéndose protagonista, los atisbos de una formación más lógica, con cada pieza en su lugar. El lunar es la inclusión como titular de Palacios, no porque Velasco sea mucho más en rendimiento sino por el simple hecho de que mientras uno se comporta como un profesional (el ex Independiente), el otro se entrena en las discos y no se hidrata con isotónicas, precisamente. A algunos jugadores, nobleza obliga, se les perdonan esos deslices porque luego en la cancha responden. No es el caso del chileno, cuyo aporte es insignificante.
Cuando se hace mención a un buen primer tiempo, es porque el segundo no lo fue más allá de los dos goles del final. Pero es hasta entendible, dada la enorme presión que cargaban el equipo y el plantel. Eso llevó probablemente a una actitud más conservadora, a evitar cualquier imprevisto, de esos que suceden cuando uno viene meado. Las buenas señales habían arrancado en la previa, con rivales que también jugaron para Boca: Central, Argentinos, San Lorenzo. Gracias a sus pobres resultados, Boca volvió a la zona de repechaje de Libertadores y está a apenas un punto de los que juegan playoffs. No es para descorchar, obvio que no. Pero las obligaciones y las exigencias son tan grandes que este primer paso era urgente. Lo sabía Russo, lo sabía su cuerpo técnico, lo sabía cada uno de los 31 jugadores que viajaron a Mendoza para poner la cara en la mala. Los recibió una serie de pasacalles hostiles, los despidieron aplausos e ilusiones.
Ahora es cuestión de sostener esas buenas decisiones, de tomar confianza, de creer. De no sucumbir a las presiones externas, por más que sean del mismísimo presidente. Cavani al banco, basta de huevadas. Y se puede meter la protesta a Úbeda en el orto. No tiene razón, no interesa cuán solidario sea, el 9 tiene que hacer goles -o dar asistencias- y él no los hace. Ponelo a jugar en el verdadero patio de tu casa, Román, no en la Bombonera. No estamos para regalar ni un solo punto más. No estamos para perder más prestigio. El hincha de Boca tiene que salir a la calle con una sonrisa, no puteando. Por favor, no nos jodan más la vida.
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