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Más que deseos, los milagros que necesita Boca

El 2026 arranca otra vez con el loop de los últimos años: con un ayudante de campo, refuerzos que no llegan y cada vez más expectativas. Por favor, pónganse a la altura de Boca. No por debajo. Ni por encima.

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Los pedidos de buenos augurios para Boca luego de un 2025 cargado de malas noticias.
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Por Antonio Serpa

Incapaz. Títere. Traidor. Si uno recorre los minutos finales del partido con Racing (el de la última eliminación) y a todo lo que ocurrió a la salida, se va a encontrar con que el hincha de Boca, en su mayoría, opina eso de Claudio Úbeda. ¿Injusto? En parte. Nadie en su sano juicio, salvo un conspiranoico o un termo, puede pensar que el Sifón haya ido a menos para favorecer a uno de los equipos de su vida. Con lo cual la calificación de traidor es más calentura que otra cosa. Ahora, las otras dos definiciones le caben, al menos por algunas decisiones inentendibles como las de ese partido. Para quien no lo recuerda, a Úbeda le mandaron la orden desde el palco para que pusiera a Velasco (acá encajaría "títere") y, en su afán de hacerle lugar a uno de los chicos del presidente, sacó a Zeballos, la última opción (esta es la parte "incapaz" de la historia). A ver, el Chango no era la reencarnación de Maradona y de Messi, pero sí el único tipo que generaba algo diferente, que preocupaba a los defensores (había hecho amonestar a los dos de su sector). Podría decirse que era la cara de la esperanza en un Boca apático.

Bueno, ese es el tipo que eligió Juan Román Riquelme para que arranque el 2026, el año de la Copa largamente esperada luego de dos ausencias consecutivas. Un hombre que estuvo tres semanas esperando el llamado de la máxima autoridad del club sin saber siquiera si iba a continuar, un tipo que estaba siendo evaluado y al que no le consultaron absolutamente nada sobre el mercado de pases: ni las entradas -aún no hay ninguna concretada pero sí negociaciones- ni las salidas. No tuvo voz ni voto para decidir si alguno de los chicos -o grandes- que volvieron de sus préstamos merece una prueba. Nada. Un cero a la izquierda. El tipo que heredó un puesto para el que nadie lo había elegido, el que quedó luego de que fracasaran los intentos por contratar un técnico a la altura de la historia del club. El títere elegido más allá de su incapacidad. Con los riesgos que implica justo en un año en el que Boca apostará todas sus fichas a la Libertadores.

Esta debía ser una nota de buenos deseos y esperanza para cerrar un año dificilísimo y arrancar otro que es clave. A ver: los deseos son realidades posibles que tienen algo de sueños.

Lamentablemente, lo que estamos atravesando en este límite temporal 25/26 es uno de esos sueños pesados, en los que uno se despierta alarmado, vuelve a dormirse y sigue con el capítulo siguiente de ese peregrinar onírico. "Nos siguen pegando abajo", aplicaría el título ochentoso del maestro Charly en esta situación que, sin eufemismos, podríamos definir como una patada en los huevos. Boca vive en ese loop incomprensible en el que se autoinflige castigos como una perversión. Un masoquismo repetido y enfermante. A ver si les suena esta película: el DT no está a la altura, le pegan una patada, buscan a otro, arrancamos de cero a mitad de camino con un tipo que no armó el plantel y se escuda en eso por los resultados que no llegan, otro año perdido.

Zeballos habló en La Banda antes de la pretemporada con Boca

Zeballos habló en La Banda antes de la pretemporada con Boca

Úbeda es apenas uno más de la larga lista de técnicos que no merecieron el banco de Boca. Salvo Russo en la primera etapa -por el aval de sus glorias anteriores-, ninguno tenía los pergaminos. A Battaglia le fue tan mal después de dejar el club que ya se retiró como DT. De Ibarra no podemos decir que se retiró porque nunca lo fue. Martínez, un experimento. Almirón en decadencia luego de ser rajado dos veces del Elche (el equipo cuyo dueño era a la vez su representante), Gago y sus ínfulas jamás correspondidas con la realidad. Miguelo otra vez, una historia dolorosa que ya no vale la pena repasar por honor a su memoria. Úbeda es menos que todos ellos: no está vinculado a Boca, nunca ganó nada, no tiene pasado que lo avale (ni futuro promisorio, visto con el diario del viernes). Y aquello del cambio fatal en realidad no fue lo único que hizo mal: también se había equivocado en el partido anterior cuando sacó a los dos 9 (Merentiel y Giménez) y puso a Cavani para aguantar la media hora que faltaba y un eventual alargue de 30 minutos más. Absurdo.

El declive de Boca en estos seis años de gestión riquelmista es evidente: vamos de mayor a menor, y el mayor tampoco fue gran cosa. La clave del problema de Boca es que el puesto de director de fútbol lo ocupa el mismísimo presidente. O sea: el problema es que el Riquelme presidente no va a echar al Riquelme empleado. Imaginemos la charla, una vez más.

-Román, estás despedido.

-¿Por qué, señor Riquelme?

-Porque sos un desastre, Román: elegiste a Briasco, Orsini, Janson, Rolón, Valdez, Medel, Roncaglia, Martegani, Miramón, García, Pulpo González... Anses Herrera y Cagani viven lesionados. Se te escaparon Villa, Pavón, Valentini, Nahuel Molina... Te putean desde Barco hasta Medina. No jugamos dos años la Libertadores, te olvidaste de mandar un mail con los refuerzos, nos eliminaron de la Sudamericana, perdemos más clásicos de los que ganamos, llevamos tres años sin títulos... ¿Querés que siga?

-Bueno, pero usted, Sr. Riquelme, no hace un carajo, se la pasa comiendo asado hasta la madrugada, tomando mate, se mete en mis cosas, hace negocios turbios como el Hard Rock, no hizo una mierda con la Bombonera salvo inaugurar puertas y alambrados, se le mató un pintor y festeja títulos de deportes que no le interesan a nadie... Si me echa, cuento todo.

-¡Basta! Es mi última palabra, Román: quedate.

Fin de la charla, los dos se cagan en Boca.

Deseos, entonces, hay muchos. Milagros deberíamos pedir. Que Úbeda aprenda, que lleguen refuerzos de jerarquía, que los retirados como el 10 uruguayo dejen de llevársela en pala a cambio de nada, que limpiemos el plantel de vagos e ineptos, que el presidente se capacite y deje de lado su soberbia habitual, que se deje aconsejar, que se rodee de gente que le diga la verdad y no siempre "sí, Román" . Que los socios sean escuchados, si es verdad aquello de que "el club es de los socios", un lema vacío y populachero. Una vez ocurridos esos milagros, empieza el lugar de los deseos, que no son mucho. Ganar la Libertadores. Ganar algo acá adentro (hasta Platense gana). Que se democratice la entrada a la Bombonera sin filtros y con una lógica rotación. Ampliar la cancha con un proyecto que no la ridiculice -como el que tienen en mente. Cortito, simple. Vamos por los milagros primero y por los deseos después. Con Boca en el corazón y por encima de todos los nombres. DE TODOS.

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