Hay tantas cosas que funcionan mal en Boca que es difícil decidir por dónde empezar. Si arrancáramos una evaluación individual por el arco, como si estuviéramos por poner los puntajes, hay que decir que Boca no tiene arquero. No tiene al menos uno que lo salve cuando lo necesita. De nada sirve evitar el tercer gol si fuiste responsable de los dos primeros, Marchesín. Ver a Agustín Rossi salvando al Flamengo y metiéndolo en semifinales de la Libertadores da cierta impotencia, por decirlo livianamente. Si empezáramos por el otro lado, por la delantera, es penoso admitir que Osorio es hoy mejor delantero que Giménez, que Cavani y que esta versión desidiosa de Merentiel que resulta inentendible. ¿Se habrá creído el bueno de Miguel que con hacerle un golazo al Bayern ya había alcanzado la cumbre de su carrera? Ni hablar si vemos que la esperanza para empatar se llama Janson, un tipo que no juega hace veinte o treinta años, un tongo clarísimo -uno más- de los varios a los que nos acostumbraron estos años.
Si eligiéramos en cambio focalizar en el técnico, resulta que este debut perdedor de Úbeda no es una sorpresa. El Sifón no tiene la jerarquía necesaria para dirigir a Boca y posiblemente si le dieran a elegir qué hacer, saldría corriendo de este cambalache en el que lo metieron. Eso no lo exime de ser un mal entrenador, pero no tiene la culpa de ocupar el sitio en el que lo pusieron. Úbeda está ahí por lealtad a Russo, por aguantarle la parada al técnico en una actitud muy humana pero que, al final del día, no gana partidos. El domingo pasado, Boca hizo un solo cambio cuando estaba claro que necesitaba piernas frescas en el medio, y Central Córdoba se lo empató: fue decisión de Russo, que estaba en el banco y les negó la posibilidad de realizar las modificaciones a sus asistentes. Esta vez, los cambios los hizo Úbeda y fueron malos. En su defensa habrá que decir que el banco estaba lleno de suplentes testimoniales como Martegani, Fabra, Advíncula o el propio Janson, que entró por la vergüenza que le daba al DT estar perdiendo un partido con un solo delantero en cancha. Bueno, el ingreso del ex Vélez no modificó sustancialmente la historia: seguimos jugando con un solo delantero. Mientras Zeballos -que no es un salvador ni mucho menos- quedó fuera de la convocatoria por "decisión táctica". Y Zenón, que si algo hizo bien es jugar por izquierda, fue confinado una vez más a la derecha, donde jamás se destacó (otra determinación brillante).
El VAR llamó a Baliño y mantuvo la decisión: penal para Defensa ante Boca

¿Y Paredes? ¿No era el salvador, el jugador más influyente del fútbol argentino, el campeón que llegó a poner la casa en orden? Sí, pero puede tener un partido normalito y ningún equipo del mundo -mucho menos uno del tamaño de Boca- puede darse el lujo de depender de un solo jugador. Paredes pateó el penal con frialdad, empató el partido y ni lo celebró: fue a buscar rápido la pelota para sacar e intentar ganar. Boca terminó perdiéndolo en una jugada derivada de un foul suyo, obligado por una pelota que había perdido increíblemente Alarcón. Sin llegar al nivel de otros partidos, puso unos cuantos pases filtrados -y centros perfectos- pero ninguno pudo ser capitalizado. Dos veces a Merentiel, una a Di Lollo... ¿Cuántas chances necesitamos para hacer un gol?
La crisis de Boca, incluso en una semana donde podría estar tranquilo por una nueva eliminación de River, es interminable. Cuando arrancó esta serie de tres partidos (Central Córdoba, Defensa, Newell's el fin de semana que viene), se presumían nueve puntos decisivos para terminar de acomodarse en todas las tablas y encaminar la clasificación a la Copa. Hoy, está fuera de los tres primeros de la tabla anual (por goles respecto de Argentinos), empieza a bajar en su grupo (podría quedar incluso fuera de los ocho clasificados al final de la fecha) y los números fríos dicen que de los últimos nueve puntos apenas sumó dos. Y su rendimiento va en declive: buen empate con Central, dos puntos insólitamente perdidos con los santiagueños, derrota dolorosísima en Varela.
Calificar este momento como papelón o vergüenza es algo que ya hemos hecho en otras oportunidades y tanto una definición como la otra son acordes a lo que estamos viviendo. Boca fue a buscar un técnico que ya estaba con problemas de salud -el mismo técnico que Riquelme había echado años antes- porque necesitaba a alguien presentable en el banco durante el Mundial de Clubes tras el fallido experimento de Herrón. Hoy, es rehén de aquella decisión. Para Russo, Boca es la gran razón de su vida. Su motor. Todos sabemos, sin embargo, que Miguel no está en condiciones de afrontar las exigencias: tres internaciones en un par de semanas no dejan dudas. ¿Boca debe reemplazarlo? ¿Debe dejar que corra el agua? ¿Debe seguir con Úbeda? El sueño de MIguel de dejar al equipo clasificado para la Libertadores 2026 empieza a borronerarse luego del falso veranito de tres partidos menores que se ganaron en cadena. Boca había empezado a mejorar, pero esta vez involucionó. Jugó mal salvo un cuarto de hora, volvió a quedarse sin piernas, perdió y pudo haber sufrido algún gol más. Salvo contadas excepciones, el plantel no está a la altura.
Algunos titulares juegan simplemente porque el recambio es un horror. A los sensibles que les molesta que se toque a un ídolo, les recomiendo dejar de leer ahora mismo. Porque el primero que no está a la altura de Boca es Riquelme, su presidente. Él perdió a Rossi, él hizo que los pibes huyeran, él trajo a los Martegani y los Janson, él bastardea a todos los técnicos desde las alturas de su soberbia inalcanzable, él pone incapaces a hacer tareas administrativas e institucionales, él prometió copas que hace dos años que no jugamos, el que iba a agrandar la Bombonera. Él es quien usó políticamente a Russo, el que trajo a Paredes tarde y porque no le quedaba otra, el que gastó 10 palos en Velasco (y 5 en Alarcón, y 5 en Aguirre, y 5 en Palacios), el que trajo a Ander Herrera sin chequear su historial de lesiones y ahora intenta retirarlo para convertirlo en DT. Es el representante de Boca en AFA que no puede impedir que Baliño nos cobre un penal inexistente. La gestión Riquelme es muy mala, una vergüenza para la camiseta y para la historia, para los hinchas que alguna vez lo aplaudimos y gozamos con su fútbol. Hoy, lo aplauden y lo gozan los de River. No hace falta agregar nada más.
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