El gol fue un estallido, un desahogo, una taquicardia feroz, un grito todo garganta, un salto, un temblor. Boca, Boca, Boca. Todo Boca. Nadie daba dos mangos por el triunfo, sobre todo desde que Úbeda tuvo la sacrílega idea de sacar al Chango. Pero Ander volvió a entrar al área y se hizo empujar, Merentiel agarró una pelota que no debía pero a la que estaba obligado por la cinta que llevaba sujeta al brazo y fue un desborde torrencial. ¿Por qué tanto con tan poco? Porque este 2025 está entre los peores años de los últimos 2025 y era necesario dar un golpe en la mesa, o cuanto menos un tamborilleo para anunciar que acá estamos, vivos. Enfermos de Boca como nunca pero vivos y urgidos de un cacho de felicidad.
Mirá también
"Vamos a pelear por él": Herrera recordó a Russo tras el triunfo de Boca por el Torneo Clausura
Quizá hayamos asistido, los que vimos el partido, al tardío nacimiento de alguien a quien esperamos mucho más que nueve meses. Exequiel Zeballos, el Changuito, la eterna promesa, contra Estudiantes dejó el diminutivo tirado a un costado y fue, de a ratos, la esperanza que todos vienen anunciando desde hace años convertida en realidad. Por eso, cuando el interino lo sacó -exhausto, es verdad-, tal vez temeroso de perderlo justo ahora que viene River, las ilusiones se fueron a negro. Lo que nos marca una idea de su maduración es la reacción ante el penal errado en un momento clave, algo que habría servido como ratificación de su buen primer tiempo y le habría dado a Boca esa tranquilidad que siempre consigue como un limosnero. En lugar de caerse, de empezar a fallar gambetas, Zeballos salió y tiró magia en la primera, y en la segunda la mandó a guardar con un zurdazo plagiado del que había metido contra Belgrano. Es una gran noticia, aunque nada en el fútbol pueda darse por definitivo. Pero de acá al Superclásico, será uno de nuestros grandes motivos para imaginar un final feliz.
No está claro que Boca haya sido más que Estudiantes y hasta podría decirse que por tramos sufrimos el partido. Pero eso, en lugar de relativizar el triunfo, lo agranda. Alguna vez viene bien ganar sin merecerlo, es un guiño, un golpecito de suerte. Y si encima se hace sin Paredes -el tipo que vino a refundar el fútbol de Boca-, el valor se agiganta. Y si enfrente hay un rival con buen plantel que en muchos puestos tiene más que nosotros (el Palacios bueno es el de ellos, no tenemos un solo jugador como Cetré, Carrillo tiene más jerarquía que Merentiel y Giménez juntos, Medina vale 15 palos, Muslera suma años de arquero de selección), este 2-1 cotiza. Y si es de visitante, suben los bonos. Y en el último minuto tiene ese perfume inconfundible de tribuna a reventar, de sudor rancio por los 90 minutos paridos: Eau de Chivó.
Lo mejor del triunfo de Boca sobre Estudiantes
Algunas conclusiones que se repiten afortunadamente: a Milton Delgado la camiseta no le pesa un gramo. Pide la bola y juega; tampoco le escapa al roce. Ayrton Costa tiene todo para ser un líder temperamental. Desde el silencio, Di Lollo suma minutos y likes, y puede bancarse jugar todo un partido áspero con la amarilla sin hacer boludeces made in Marcos Rojo. Blanco es el dueño del puesto por dedicación y potencia. Ander tiene un toque de distinción, la inteligencia como para meterse al área y hacerse empujar, el pie fino para meter un pelotazo de 60 metros, un GPS para saber qué camino tomar: lástima que no le dé el cuero para más. Porque si no -y acá arrancan las consideraciones negativas-, habría que ponerlo de titular y mandar al banco al chileno Palacios. Total, para que ponga una sola pelota buena por partido -la del penal a Zeballos-, que juegue Giménez, que le dio la asistencia al Chango y encima estropea a los centrales y al arquero rival de puro bruto nomás (y cabecea y de vez en cuando la mete). No tiene la autoridad el Sifón para sacarlo, pero Palacios es insostenible. Como es imperdonable que Dylan Gorosito esté reforzando la Reserva y le den lugar al caradura de Advíncula, que entra a la cancha todo cagado y encima se arrastra. Ni hablar del jubilado de privilegio, Cavani, que se la pasa cabalgando y cuyo sueldo anual equivale a 25 años de la licencia que le regalamos al Hard Rock. Si somos buenos y creemos en aquellas previsiones que dicen que a Boca le van a quedar 250 lucas por año, entonces nos costará solamente diez años pagarle el salario para que siga de joda.
Hay un tema que merece tratamiento aparte por lo importante y lo preocupante que es: el arquero. No tenemos. Chiquito se fue, García está retirado, Brey no terminó nunca de acomodarse y Marchesín se manda al menos una por partido. Si en algo estamos en desventaja con River es en el arquero. Aun cuando ha tenido mejores días, Armani al lado del nuestro es Dibu + Courtois + Oblak... No sólo no te salva un partido, sino que los hace perder. Otra vez cometió un error boludo en el penal que le dio el empate parcial a Estudiantes. ¿Qué hay que hacer? Para el año que viene, salir a comprar uno bueno, una figura tipo Rossi, adorado en Flamengo, finalista de la Libertadores, el tipo al que dejamos ir de manera insólita. Ahora, ¿quién tiene que atajar el domingo?
El domingo, precisamente, es el día. Nos debemos una alegría propia, que no dependa de las miserias de los demás. Para Boca, por supuesto, salvar el año con un clásico es casi una ofensa, pero es lo que hay. Al menos hoy. Ganarle a River y mandarlo a repechaje sería realmente hermoso. Después llegará el tiempo de pensar en lo que queda del torneo, las reales chances de competir y hasta de planificar en serio el 2026 para no volver a hacer papelones como los de este año. Démonos unas horas para disfrutar de esta victoria y arranquemos otra vez a pensar: que el domingo, cueste lo que cueste...
No te pierdas nada
Recibí las últimas noticias, cúando juega Boca Juniors ¡y más!
Te puede interesar
