Ganó el torneo de picadas más importante de Sudamérica contra 144 brasileños y vuelve para revalidar la corona: la historia de Alejandro "Pájaro" Lucas
A horas de comenzar la defensa del título en la 14° edición del Armageddon, el piloto argentino contó los detalles de su gesta en una entrevista exclusiva con Zeapp Sports. Además, analizó sus posibilidades de consagrarse bicampeón y plasmó sus ideas para profesionalizar la categoría.

Se prende la luz verde del semáforo en el Autódromo de Velopark. Apenas seis milésimas de segundo después, el Gol Trend de Alejandro Lucas arranca por la pista de la derecha. A su izquierda, el brasileño Fabio Wisniewski, a bordo del Opala “Blue Shark”, hace lo propio con un tiempo de reacción algo peor. Durante los primeros metros es el local quien está por delante. En tercera, los autos quedan prácticamente a la par y el argentino toma la delantera poco antes del final. Las luces se encienden del lado derecho indicando que el Pájaro es el campeón de la decimotercera edición del Armageddon. Desbordado de emoción, vuelve por la pista mientras, a lo lejos, su entorno festeja extasiado. A sus 51 años, había gestado la hazaña más importante de su vida y aquel domingo 15 de junio quedará guardado para siempre en su memoria.
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A días de partir nuevamente hacia Porto Alegre a defender su corona, una lluviosa tarde de noviembre lo encuentra revisando uno de los camiones en el galpón de su empresa de transporte ubicada en San Martín. Minutos después, sentado en su oficina adornada con fotos de sus autos y varios trofeos, analiza sus chances de ganar nuevamente: “Es dificilísimo. Tiene que darse todo como se dio la última vez”.
Es que, más allá de que su Gol Trend 4x4, que cuenta con 1500 caballos de potencia, es uno de los más rápidos de Argentina, en el Armageddon, el torneo de picadas más importante de Sudamérica, no partía como favorito. “Hay cuatro o cinco autos que hacen 4.80 (segundos en 201 metros) o 4.90, contra 5.30 que hacemos nosotros”, explica. Pero ese fin de semana los astros se alinearon a su favor. Aquellos que se erigían como candidatos tuvieron desperfectos mecánicos o quedaron eliminados en rondas previas. Además, había llovido y las condiciones de pista no eran las mejores, algo que lo favoreció debido a que está acostumbrado a las dificultades que presentan muchos de los autódromos nacionales.
Esta gesta tomó aún más dimensión porque fue la primera vez que el campeonato le abrió sus puertas a competidores extranjeros. Durante las primeras 12 ediciones únicamente pudieron participar pilotos brasileños, que integraban listas representando a cada uno de los estados. Luego de años de insistencia, la organización decidió añadir la lista 011 de Buenos Aires, que juntó a cinco de los autos más rápidos de la Argentina para enfrentar a los 144 locales. “El otro día lo escuchaba a uno de los organizadores decir que nunca se imaginó que íbamos a ir la primera vez y les íbamos a ganar”, explica el Pájaro, apodado así porque manejaba un camión con un ave dibujada en una de sus puertas.
Durante los últimos años, Alejandro fue a competir a Brasil en reiteradas ocasiones y hasta se consagró campeón de la DTA Festival VP, pero esta experiencia fue distinta. “Corrés por el país. Se vive de otra manera. Para mí fue como una guerra”, rememora, eligiendo bien cada palabra, como si quisiera transmitir de la forma más fidedigna posible lo que pasó por su cuerpo en aquel momento. Luego, señala que el formato de la competencia es más tensionante para los pilotos: “Ahí vos tenés una tirada de prueba, o dos si tenés tiempo, y después la primera tirada. Si perdés, te volvés a tu casa”.
En este sentido, uno de los factores que más destaca es la unión que hubo ese fin de semana entre los cinco pilotos argentinos que compitieron. Nicolás Viturro, Pablo Díaz, Alan Masson y Marcelo Maciel, los otros cuatro que representaron al país y que suelen ser sus rivales en territorio nacional, alentaron y festejaron cuando el Pájaro corrió la final.
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El automovilismo es el único deporte de conjunto en el que uno de sus integrantes (el piloto) se lleva un crédito inmensamente mayor al de sus compañeros. En este sentido, Alejandro mantiene los pies en la tierra y habla en plural para referirse a sus logros, consciente de que sin su grupo de mecánicos sería imposible siquiera competir. Compuesto por los tres hermanos Mirabelli (Gabriel, el jefe, Sergio y Julián) y con la posterior inclusión de Ernesto Basso, hoy el estatus de equipo queda corto porque su relación es casi familiar.
El taller está ubicado enfrente del galpón, motivo que lo lleva a cruzarse al menos una vez por día para tomar mate, constatar los progresos de sus autos, analizar qué piezas nuevas se pueden colocar para rendir mejor en las competencias y hasta predecir el futuro, como en aquel video que grabaron exactamente un año atrás del Armageddon, cuando su participación no estaba confirmada, en el que el Pájaro vaticinó: “Hoy es 27 de junio del 2024. Bueno, el año que viene vamos a ganar el Armageddon”.
“Fijate porque hay que armar el mío también”, añade su hija, quien adquirió la pasión de su padre, sueña con competir en un futuro y se fundió en un emotivo abrazo con él cuando se consagró campeón. Hoy ella es una más y cada vez que puede los acompaña en sus eternos viajes hacia Brasil a bordo de una Mercedes-Benz Sprinter. Entre charlas, música y algunas cábalas, como pasar los controles de seguridad a 60 kilómetros por hora porque “les va a traer suerte”, esas horas en la ruta lejos de ser desgastantes cohesionan aún más al grupo.
Habiendo ganado el torneo más importante del continente y asentado como uno de los nombres fuertes en el ambiente, los objetivos del Pájaro a futuro cambiaron. Más allá de que todavía tiene encendido el fuego sagrado de la competencia, desea darle un aspecto más profesional al deporte. Construir un picódromo para no depender de los tiempos de los autódromos (que no tienen como prioridad a las picadas pese a la gran cantidad de gente que movilizan), unificar las competiciones para que los mejores puedan correr entre sí y que los espectadores vean un mejor espectáculo, o establecer estándares de seguridad, son algunos de los objetivos que tiene en mente.
Su deseo es copiar lo que sucede en Brasil, pero en Argentina los obstáculos económicos, burocráticos y hasta de mentalidad son un problema: “Ellos (los brasileños) laburan para que esto progrese. Acá tenemos tres o cuatro que hacen eventos y lo único que les importa es cuánto les queda en el bolsillo”. Y agrega: “Hay que tener una pista y un reglamento como tienen ellos. Allá hay una técnica y si tenés algo mal no podés correr. Así tendría que ser acá. Cada tanto hay un muerto o un accidente porque no controlan nada. Hay que educar a los chicos. No ponen matafuegos, no se quieren comprar un traje ignífugo, no usan casco, y los que van arriba del auto son ellos”.
“Cada 45 o 50 días hay que hacer una fecha y juntarnos a los 10 o 15 más rápidos y que la gente nos vaya a ver. La gente lo que quiere es eso, pero de esos autos va a haber cada vez menos porque no hay lugar donde correr”, se lamenta. Construir una pista no es sencillo. En primer lugar por los costos que supone, y luego por las trabas gubernamentales, ya que se debe hacer en un lugar alejado de la urbe debido a los fuertes ruidos. Sin sponsors que costeen parte de la obra y sin la unión de los protagonistas, la frustración gana cada vez más terreno en su anhelo.

Como casi todos los argentinos, Alejandro Lucas sufrió la crisis económica del 2001 y debió postergar un sueño que había comenzado cuatro años antes con la adquisición de un Volkswagen Golf. En 2014 retomó su pasión sin siquiera imaginarse lo que vendría una década después. “El otro día vino un chico que debía tener 20 años y me dijo: ‘Pájaro, yo me abracé y lloré con mi papá dos veces: cuando Argentina salió campeón del mundo y cuando vos ganaste en Brasil’. A mí se me puso la piel de gallina”, recuerda, todavía incrédulo por la repercusión que tomó su victoria en el Armageddon.
Pasó de 9 mil a 50 mil seguidores en Instagram, llovieron las entrevistas y cada vez son más quienes lo reconocen por la calle. Más allá de que toma con naturalidad este cambio abrupto en su vida porque él “disfruta de ir a correr”, cree que se dará cuenta de la magnitud de lo conseguido este fin de semana en un Velopark que recibirá una multitud de argentinos y donde todos los flashes estarán puestos en la defensa de la corona que comenzará este viernes (será transmitida por el canal de YouTube Lista Área 43).
“Los chicos (del taller) me cagan a pedos porque ahora el auto se gasta muy rápido. La otra vez fuimos a Córdoba y me dijeron ‘hacé dos tiradas y basta’, y yo con dos tiradas no me conformo. Les dije ‘dejame hacer una más que la gente quiere ver el auto’, e hice cinco. A mí me gusta correr. Antes íbamos todos los viernes, eso es lo que me gusta a mí”, una declaración que tiene esa ingenuidad casi infantil que solo otorga la pasión. Una pasión que le llegó de grande: “Me gustaría estar viviendo todo esto a los 30”. Pero al fin y al cabo, una pasión que le sirve como motor para su vida. Y como todo motor, a veces trae sus dolores de cabeza; sin embargo, cuando todo está alineado, cuando cada pieza cumple su función, ese motor lo puede llevar a cumplir sus sueños.
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