Quiénes fueron los jugadores de Racing que ayudaron a descifrar el misterio de 'El secreto de sus ojos'
A 16 años del estreno de la película argentina ganadora del Oscar, la historia de los seis jugadores de la Academia que fueron claves para atrapar al asesino del largometraje de Juan José Campanella, basada en la novela 'La pregunta de sus ojos' de Eduardo Sacheri.

“El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar: no puede cambiar de pasión”, declaraba Guillermo Francella encarnando a Pablo Sandoval en 'El secreto de sus ojos' -estrenada un 13 de agosto como hoy, hace 16 años-, haciendo referencia a Racing, cuadro por el que tanto el actor como el criminal del filme que ganó el Oscar comparten sentimientos.
En la antesala de esta icónica escena, seis futbolistas sirven de inspiración para una serie de cartas, que a la larga sirvieron de pistas para resolver el caso del largometraje dirigido por Juan José Campanella, basado en la novela 'La pregunta de sus ojos' de Eduardo Sacheri.

“Te juro que con lo que llovió quedé peor que Oleniak la vez aquella”, fue la frase que inmortalizó a Juan Carlos Oleniak, ex delantero surgido de las inferiores de Racing, donde fue campeón de Primera en 1961. Aunque se le recuerda por recibir un empujón que lo llevó al foso en un clásico contra San Lorenzo, que causó que salga completamente embarrado.
También pasó por Argentinos Juniors y la Selección, donde ganó el oro en los Juegos Panamericanos de Chicago 1959 y participó de los Juegos Olímpicos de Roma 1960: allí fue el goleador de la Albiceleste y compartió plantel con Carlos Bilardo.
Dos años más tarde fue el más joven en la convocatoria de Juan Carlos Lorenzo para el Mundial de Chile 1962, país donde fue bicampeón con Universidad de Chile. Tras su retiro volvió al Cilindro en 1990 como director técnico interino y se impuso en el único partido que dirigió

Otro de los extractos reza: “Yo te voy a traer vieja, y vamos a hacer flor de yunta. No es lo mismo Anido, que Anido con Mesías”. Una comparación que habla de una histórica dupla académica conformada por Norberto Anido, zaguero que surgió del club, debutó en 1955 y obtuvo su primer título en 1958 como suplente de Pedro Dellacha, ídolo de la institución, y quien se le sumó en 1961, Juan Carlos Mesías, defensor uruguayo procedente de Nacional que había ganado el Sudamericano de 1959 en Ecuador con la Celeste.
En su primer año juntos levantaron el Campeonato de 1961 y fueron partícipes del bautismo del conjunto de Avellaneda en Copa Libertadores meses después. Abandonaron el equipo en 1965, Anido con 218 partidos (uno como entrenador-jugador) para ir a Atlético Nacional primero y luego a Kimberley; y Mesías, con 105 encuentros, para luego pasar por Argentino de Quilmes y Newell's. Su antorcha la tomaron los jóvenes Alfio Basile y Roberto Perfumo, que se consagrarían con la Libertadores e Intercontinental de 1967.

Mientras que el anterior enunciado resaltaba a dos leyendas, su complementación, el siguiente: “Quedate tranquila vieja, en eso soy como Manfredini, y no como Bavastro”, aseguraba que Pedro Waldemar Manfredini y Julio Bavastro no tenían parangón.
El primero fue un delantero mendocino que llegó procedente de Deportivo Maipú a cambio de 300.000 pesos y tuvo un rendimiento superlativo en su breve estadía de 20 meses, en la que anotó 19 goles que ayudaron a conseguir el torneo de 1958. Al finalizar emigró a la Roma por nueve millones de pesos y se convirtió en el quinto máximo artillero de la Loba.
En contrapartida, el otro solo jugó dos partidos en los que no pudo marcar, y acabó peregrinando por el ascenso, con paso por Deportivo Español, Quilmes y Talleres de Remedios de Escalada entre otros.

“Yo no quiero terminar como Sánchez” expresa la última de estas metáforas, refiriéndose a Ataúlfo Sánchez, arquero que, desde su llegada proveniente de Defensores Unidos de Zárate en 1957, hasta su despedida en 1961, solo atajó un puñado de partidos a pesar de ser campeón en dos ocasiones, ya que era suplente del histórico Osvaldo Negri.
Sin embargo, la afirmación no hace justicia a su trayectoria en el América de México, a donde arribó tras quedar libre y se transformó en ícono, llegando a ser apodado “el Rey del Arco” e incluso siendo titular en la inauguración del Estadio Azteca. Al finalizar su carrera se cruzó de vereda y fue ayudante de Humberto Maschio en Independiente, logrando la Copa Libertadores y la Interamericana de 1973.
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